Ana Coralia Fernández
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Abro un ojo, y como en Terminador 1, lo siento fuera de mi cara, expuesto, por la tremenda jaqueca.

Al levantarme y estirarme como dicta la costumbre, mi esqueleto dice ¡presente! y, como en Parque Jurásico I, me encamino lentamente a la cocina a chorrear un cafecito.

Como en “Under Dog”, mis mascotas vuelan por su desayuno y lenta, como en “La noche de los muertos vivientes”, les doy comida.

Me duele todo el cuerpo, como a Mesala después de la carrera de “Ben Hur” y como si fuese el robot de “Perdidos en el espacio”, me preguntó a dónde quedó mi placa de energía.

Mientras me sirvo la primera taza de café, imaginariamente escucho el tema de “2001 Odisea del espacio” y al primer sorbito el día empieza a mejorar como al inicio de “Los Simpson”.

Mientras el resto de la familia se despierta, yo, como “Supermán”, me muevo por la casa, revisando que todo esté recogido, reparado, acomodado, lavado y tendido. Los vecinos, que siempre salen tarde gritan, como Pedro Picapiedra, que alguien abra o cierre la puerta, mientras los perros ladran, como en “La Profecía”, y el vecindario se incorpora a la rutina, como en “Un día de furia”.

Mi café está ya tibio y al leer, ver y escuchar la cantidad y calidad de sucesos, me pregunto para qué drogarnos con tanta fantasía, si lo más alucinante de este y otros mundos es la misma y contundente realidad.