Isaac Zúñiga
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Heredia. Ojalá que ayer en las gradas del estadio Rosabal Cordero no haya estado sentado algún aficionado con problemas cardíacos, presenciando el partido que protagonizaron Herediano y Cartaginés, donde las emociones estuvieron a la orden del día.
Si fue así, soy positivo y espero que a esa persona no se le haya olvidado tomarse la pastilla para el corazón, de lo contrario la pasó muy mal y sufrió de lo lindo sin importar a cuál de los dos equipos fue a apoyar.
Y es que les soy sincero, aunque la frase sea más que trillada, el juego entre florenses y brumosos no fue apto para cardíacos.
No me puedo imaginar el sobresalto que se pudo haber llevado ese hincha apenas en las primeras de tanteo, cuando Luis Stwart Pérez incurrió en autogol, y puso a pensar, a soñar a la afición rojiamarilla que vencer al cuadro de la “Vieja Metropolí” iba a hacer pan comido, para así lograr su primera victoria como local en el torneo.
Es un hecho que el corazón le empezó a latir a mil por mil, cuando Pablo Brenes igualó los cartones, o al ver la patada voladora directa al pecho que le endosó el lateral de Cartaginés Héctor Hidalgo a José Carlos Cancela, al mejor estilo del holandés Nigel De Jong en contra del español Xabi Alonso, en la final del Mundial de Sudáfrica 2010.
¡Impactante y bastante horrorosa la acción!, quizá tan sorprendente como la voltereta o chilena que se sacó de la manga Esteban Ramírez en el suspiro del primer tiempo para poner arriba en el marcador a Herediano.
El aire probablemente le empezó a faltar, al ver que los florenses no podían sacarle provecho al hombre de más que tenía en el terreno de juego y quedó a punto del colapso en los últimos nueve minutos del compromiso.
¿La razón?, el golazo de chilena de Diego País en la primera bola que tocaba luego de haber ingresado de cambio, que arrebató los aplausos de todos, dos minutos más tarde el tanto de José Miguel Cubero de cabeza y lo impensable a tres de final, el empate brumoso (3-3) por la misma vía, con el sello de Rándall el “Chiqui” Brenes.
Espero que las sirenas que escuché al final del encuentro, no fuera ese aficionado, que iba rumbo al hospital a recibir resucitación.
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