El cuarteto de thrash metal sacudió la tarima del estadio Ricardo Saprissa anoche, en un contundente espectáculo frente a la hambrienta marea negra que se tragaba todo a su paso.
Todo el poderío de Slayer, una de las cuatro espadas del metal de todos los tiempos, remeció los cimientos de “La Cueva del Monstruo” en dos horas de pura energía y veloces toques de guitarra. Que alguien vaya a revisar las tuercas de la estructura, que de fijo quedaron flojas.