Antonio Alfaro, periodista
analfaro@aldia.co.cr

         

Dios no fue justo, ni objetivo, ni igualitario. No conforme con quitarnos una costilla, las hizo más guapas, sensibles, expresivas y no menos inteligentes que nosotros. Bajo el pretexto de ver al hombre muy solo, se puso con delicadeza al moldear el barro.

Hizo a mis abuelas, a mi madre, ¡a la suya también!, a mis tías, a mis hermanas, a mi esposa, a la sobrina que me enciende chispas en los ojos. También, ¡por qué no decirlo!, hizo a Demmi Moore, a Jennifer Aniston y a Shakira.

Celoso, el hombre se empeñó en culparla por la manzana mordida, por la ropa mal planchada, por la comida sin sal (un estudio de la OMS en 71 países de todo el mundo demostró que entre el 23% y el 49% de las mujeres ha sufrido violencia de manos de su pareja, según nos contó el domingo la revista Proa).

Temeroso de haber sido el “echando a perder se aprende”, el macho alfa dominante se empeñó en su intento por excluirla de los puestos de poder, por remarcar su aparente fragilidad. De castigo, Dios le mandó a algunos una Presidenta de la República y, ¡como si fuera poco!, también una mujer que podría meterle el puño a cualquiera, como Hannah Gabriels sin perder la femininidad al bajarse del ring y subirse en sus tacones, enfundada en un vestido corto, maquillada y con bisutería.

Dios tuvo un trato preferencial con ellas y me alegra. ¿Por qué temerle a quien nos complementa?