Nacionales
Domingo 13 de noviembre de 2011, Costa Rica

Delfín manchado encalló en Paquera

El mar aún llora a ‘Rafa’

Daniela Mora Solís, fundación Keto para Al Día

redaccion@aldia.co.cr

Paquera.- El vehículo iba a más no poder, tanto en equipaje como en velocidad. La meta era una sola, pero parecía alejarse a cada minuto.

¿Y si no lo logramos? ¿Y si llegamos y ya se fue? Lo inevitable terminó por suceder. El ferry de Puntarenas zarpó indiferente mientras nosotros seguíamos atascados en peajes y sin posibilidades de brindarle atención a “Rafa”, el delfín que luchaba por su vida en Paquera.

Nos dirigíamos al Refugio Nacional de Vida Silvestre Curú. Íbamos armados con infinidad de medicamentos, una piscina con un improvisado papel que rezaba “Para delfines, Fundación Keto” y muchas ganas de trabajar.

Pescadores de bahía Luminosa, en Paquera, Península de Nicoya, habían alertado al Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa) sobre el comportamiento anormal de un delfín manchado que nadaba en círculos cerca de la costa, el sábado 22 de octubre en horas de la mañana.

El cetáceo pertenecía a la población oceánica; su hábitat se encontraba 200 millas mar adentro.

Una lucha de muchos

A nuestra llegada al refugio, presenciamos una escena insólita: una docena de voluntarios transportaba agua en baldes hacia una piscina.

No parecían cansados, pese a la distancia. No lejos de ahí, dos mujeres con el mar hasta las caderas y protegidas por mascarilla y guantes atendían al delfín manchado.

“Rafa”, de 1,67 metros de largo y unos 40 kilos, luchaba por su vida. Aunque no podía nadar, peleaba contra la corriente para mantenerse a flote.

Cada terapia de hidratación con suero a la que era sometido parecía disgustarle. Su defensa era efectiva: lanzaba mordiscos por doquier y fueron necesarias tres personas para hacerle llegar líquidos a su estómago.

Tras horas de trabajo, el agua de la piscina no alcanzaba las dos pulgadas. Los Bomberos de Paquera se abrieron paso para descargar 2.000 litros del líquido.

Mientras eso ocurría, los encargados del laboratorio de la Clínica de Cóbano analizaban muestras de “Rafa”, nombrado así en honor al pescador que lo encontró errático, moribundo.

“Parece ser marea roja, pero me preocupa el bajo nivel de la glucosa”, advirtió Rocío González, veterinaria del Senasa.

Tras descartar la presencia de una bacteria, la experta lo consideró candidato a rehabilitación. “Rafa” sería el primero, en los últimos siete años, en someterse a algo así.

La noticia fue esperanzadora, pero la alegría no tardó en disiparse. “Tiene el cuerpo inclinado hacia un lado”, exclamó José David Palacios, biólogo de la Fundación Keto. El cuerpo del cetáceo estaba arqueado hacia la izquierda y presentaba dos pequeñas protuberancias en su cola.

Los biólogos le brindaron terapia física para mantener a “Rafa” en constante movimiento y evitar que se atrofiaran sus músculos.

La piscina a la que lo trasladaron se transformó, de repente, en un campo de batalla. Consumidos en el agua fría de piscina, olvidamos horas de comida y de sueño con tal de darle tratamiento.

“Rafa” tampoco se rendía; presentaba pequeñas mejoras tras dos días de rehabilitación. De vez en cuando lanzaba un coletazo brusco dentro de la piscina y empezaba a emitir ruidos característicos de su especie.

La muerte de “Rafa”

Pasada la una de la mañana del martes, cuando se apagaron las luces de la pequeña cabaña en la que nos encontrábamos.

Cuatro horas después, los golpes en la puerta nos alarmaron. Era la veterinaria González; nos invitaba a acercarnos a la piscina. La lucha de “Rafa” había terminado. La imagen era desoladora.

El cuerpo inerte de “Rafa” yacía, boca abajo, en el fondo de la piscina. Su sufrimiento y las esperanzas de rehabilitación se habían esfumado 40 minutos antes; el cuerpo seguía contracturado.

De inmediato, y aunque consumidos por la tristeza, el personal del Senasa y la Fundación Keto tomaron las medidas del cuerpo para trasladarlo a la Escuela Veterinaria de la Universidad Nacional (UNA).

La información obtenida ayudará, sin duda, a tratar futuros encallamientos y esclarecer qué padecimientos pueden provocar que un delfín oceánico se acerque a la costa.

Desde el 2006, en el país se han atendido 37 casos similares: 35 en el Pacífico y dos en el Caribe. Atender cada uno tiene un costo cercano a los ¢200.000, según estimaciones de la veterinaria Gabriela Hernández, de la Fundación Keto.

Este año, Keto –una organización costarricense sin fines de lucro dirigida al estudio de la biología, manejo y conservación de recursos marinos y costeros– ha atendido 11 casos de encallamiento.

Tras la muerte de “Rafa”, biólogos, veterinarios y aquellos que acudimos a colaborar emprendimos, silenciosos, el regreso a San José.

Estábamos satisfechos de haber hecho cuanto estuvo a nuestro alcance por salvarlo.