Algunos no se hablaban, tampoco se caían bien. Otros nunca fueron muy buenos amigos.
Un voraz incendio que destruyó anteayer sus casas los puso en el mismo lugar y, ahora, unieron esfuerzos para enfrentar la más dura adversidad de sus vidas.
Vecinos de Cuenca Este de La Milpa, en Guararí de Heredia, recogían ayer latas retorcidas y trozos de metal de entre los escombros de sus ranchos para venderlos al mejor postor.
“La idea es ganarnos una platita con la chatarra que nos quedó tirada para comprar madera, latas de zinc y reconstruir así nuestros ranchitos. No tenemos a dónde ir y hay que pulsearla”, afirmó, decidida, doña Juana Aguilar.
Al igual que otras 90 personas, ella perdió todo lo que tenía pero no se dará por vencida. Ayer, junto a otros damnificados, apilaba latas para llevarlas al hombro hasta la calle principal donde esperaba un camión. “Solo me quedó la ropa que ando puesta. Así están mi mujer y mi chiquita pero Dios nos ayudará para salir adelante”, dijo Luis Amador.
A su lado, Víctor Cerdas y Marta Espinoza urgaban con sus manos entre los escombros de carbón decididos a encontrar algo de valor. “Aquí todo sirve porque no tenemos nada”, añadió Cerdas.
Dicen que siempre hay ángeles en la penuria y ayer fue Juana Oviedo López quien los representó dignamente. Aunque no conocía a nadie (vive lejos del sitio de la emergencia), llegó con una enorme palangana de arroz, plátanos fritos y refresco para distribuirlos entre los hambrientos y sorprendidos afectados. “El amor al prójimo no son solo palabras, son hechos. Eso es lo que me motiva venir, aquí les traigo un gallito por amor a Dios”, exclamó.