Autoridades de Obras Públicas y Transportes insisten en atribuirle a un tronco y a los aguaceros el colapso de la alcantarilla que provocó el hundimiento de la autopista General Cañas, hoy día convertido en una caverna de nueve metros de diámetro y cuatro metros de profundidad.
¿Cuántos cráteres más serán necesarios para evitar lo predecible en otras rutas nacionales que urgen de obras remediables urgentes?
Dónde está el inventario de esas obras pendientes para su correspondiente atención prioritaria, que evite a miles el mal rato de perder sus vuelos internacionales, de no llegar al centro educativo a hacer la primera prueba del segundo trimestre, de no presentarse a tiempo a trabajar, a entregar la mercadería, de presas de dos, tres y más horas...
Eso provocó no atender el aumento de caudal de una alcantarilla construida hace 50 años para condiciones muy distintas. En esa época era una zona de cafetales, hoy a esa quebrada La Guaria llegan las aguas de industrias y residencias.
La posibilidad de que se presentara un hundimiento se conocía, se informó y terminó en la gaveta de algún funcionario estatal que a juzgar por el colapso de la noche del 27 de junio anterior, no le dio la importancia y prioridad debida.
Todos sabían y todos callaron, pero al primer asomo del cráter salieron a ventear estudios y advertencias.
La colocación de los puentes “bailey” resolvió la crisis de circulación para los 100 mil automores que a diario pasan por la principal arteria vial del país, esperamos que la solución temporal no se enquiste como suele ocurrirle a la mayoría de estas estructuras de atención de emergencias.
Por lo pronto, los trabajos en la caverna el viernes anterior se paralizaron en tanto en las próximas dos semanas se entregan los planos de la obra y se determina cómo trasladaran el oleoducto de Recope.
Por ello se torna urgente conocer qué otras vías están en riesgo de colapso porque alcantarillas, muros de contención, espaldones, entre otros ya no responden a sus características actuales y han estado ayunos de atención y mantenimiento estatal para que no se acuda al argumento de “caso fortuito”, como justificación para el próximo hundimiento, cráter o caída de puente.
El tiempo dirá si aprendimos la lección.
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