Periodista
Si es cierto. Aunque distintas teorías y estudios indican que en los estratos más altos de la sociedad se tienen menos hijos y en los más bajos, más, no se ha establecido en forma contundente que ninguno sobre.
Es verdad. Aunque el concepto de ese niño que se advierte como un adulto potencial es reciente (pues apenas en el siglo XIX los menores eran vistos como fuerza laboral barata o peones sin derechos ni garantías) y se ven como semillas fértiles para el bien o para el mal, nunca ninguno estuvo de más.
Incluso, aunque los veamos agónicos y famélicos, con los ojitos hundidos por el hambre en imágenes desgarradoras producto de la guerra, el hacinamiento, la sobrepoblación y el eterno desorden humano, los niños siguen siendo la gran oportunidad para continuar la especie en el planeta en versiones mejoradas.
Creo firmemente que ningún niño sobra en ninguna casa, en ningún hogar, en ninguna familia.
Duele cuando un pequeño muere, ya sea por enfermedad, por accidente, por pobreza, por lo que sea.
Cuando un niño muere se apaga una estrella. La que lo cuida y alumbra su camino. La que vigila que se cumpla su destino.
Por eso cuando un pequeñito deja de respirar producto de la violencia de sus padres, de sus cuidadores, porque los adultos a cargo pecaron de abuso o de omisión, se estremecen las cábalas y sentidos y todos perdemos algo.
Si los pidió con vehemencia o llegaron por casualidad; si los tiene propios o ajenos; si son sus hijos, sus sobrinos, ahijados o simplemente conocidos, por favor cuídelos, respételos, ámelos como al niño que usted alguna vez fue. Ninguno sobra.