Desde 1989 en Costa Rica se realiza cada dos años el Festival Internacional de las Artes. Desde entonces, el FIA ha tomado calles, parques y tarimas. Ha hecho de las carpas una galería para apreciar lienzos, acuarelas y artesanías.
De pronto, los senderos por donde corrían atletas y deportistas, son un bulevar para mostrar teatro, danza, diseño, libros y cuentos.
La plaza donde se patea la bola se convierte en un anfiteatro para escuchar conciertos de grandes y lejanos artistas que armaron campamento en la patria solo diez días, pero su recuerdo y esa sensación de apropiarse del arte se ha quedado para siempre.
Durante el FIA, la capital se quita sus tacones altos y su cara de congoja y se da permiso para salir a disfrutar tranquila con las familias, los niños, los jóvenes, los ancianos del arte. Ríe con las ocurrencias de los titiriteros y se da permiso de ser un poco bohemia.
Si hubiera que definir con otras palabras semejante derroche de pinceles, palabras y formas, sería el de fiesta del pueblo. Sí del pueblo.
Porque el Paseo Colón y La Sabana repletos de gente que viene de todos lados para asombrarse, participar, asolearse o llevar frío solo para esperar una nota, un canto, un desfile de caballos gigantes, es una fiesta y le pertenece al pueblo.
Espectáculos gratuitos para todas las edades y edades sin fronteras para ver, oír y asombrarse de los artistas que muestran el fruto de sus horas de estudio, ensayo y práctica para decir: ¡Aquí estoy y esto hago, tengo algo que decir!
El festival, organizado por el Ministerio de Cultura y Juventud y el Teatro Nacional, en esta décimo tercera edición, no quedó debiendo nada pues ya tiene voz propia y un poder de convocatoria insospechado. Se estima que habrían asistido 1,2 millones de personas en el de este año y ya trasciende a otras sedes más allá de San José.
Solo el concierto de Calle 13 convocó a 60.000 personas en un evento de primer nivel completamente gratuito.
Además, el festival propuso 300 espectáculos, expuso alrededor de 1.200 artistas de 28 países y es considerado ya el más importante de Centroamérica por la cantidad y calidad de artistas que asisten cada dos años, sin contar con la participación de los países dedicados.
Corea, el país invitado en este 2012, con legendaria cortesía y muestras de una sensibilidad exquisita, nos habló sin palabras, de su historia plasmada en papel y en exóticas telas.
Por supuesto, que un ojo crítico activo, no puede dejar de mirar las cosas por mejorarse, mas sin ánimo de disimular lo que es mejorable, la verdad es que en actividades donde el público con gran entusiasmo se decide a decir presente, es difícil controlar todas las variables.
Válido el esfuerzo y las atinadas alianzas estratégicas entre las empresas y los patrocinios que contribuyeron a la fiesta. Fueron justas y necesarias para dar una bocanada de aire fresco a estos apurados y agitados tiempos.
Porque una vez apagadas las luces y desarmadas la carpas, ya calladas las voces de los actores viajeros, de los poetas locales, cuando ya no se vean las cabriolas de los artistas callejeros y nos quede solo el eco de las notas y de la algarabía, ya asentados el invierno y la rutina con su cara inexpresiva de concreto, recordaremos.
Recordaremos que la cultura es la vida y el alma de los pueblos. Que el artista ve hacia el futuro y nos advierte qué sigue y que el arte, es el nombre disfrazado de la esperanza.
El país se pone una flor en el ojal con el FIA.