Domingo 10 de mayo de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales | De hoy
El Evangelio

Alvaro Sáenz Zúñiga
Presbítero
asaenz@liturgo.org

Una vez más, en el evangelio, Jesús dice: “Yo soy”. Hoy agrega: “La verdadera vida”. Tras hacerse igual al Padre, Jesús usa una comparación agrícola para llamarnos a la unión con él. Nos pide mantenernos ligados a él, el tronco de la vida, porque nuestra vida futura dependerá de ello.

El pasaje es del sermón de la última cena, cena eucarística, cena de despedidas. En el excelente símil, Jesús se compara con una planta de uvas, al tiempo que propone al Padre como viñador y responsable de la cosecha. Debemos saber que nuestra unión con Cristo es esencial, pero se agrega que estar unidos al tronco no es solo una decisión nuestra.

El viñador tendrá su última palabra, como responsable que es de la cosecha. La cosecha no la produce solamente la planta, ni mucho menos las ramas o sarmientos. El éxito final es del viñador. Por ello, la gloria de la cosecha final será del Padre de los Cielos.

Pero el aporte nuestro también cuenta. La cosecha es obra de conjunto entre el tronco, las ramas y el viñador. En cuanto a nosotros, lo esencial es que permanezcamos unidos al tronco, si es que queremos dar fruto. Esta unión debe ser determinante, firme y fuerte.

Estar unidos al tronco será siempre un acto voluntario, pero la comparación de Jesús es tan generosa que supone hasta lo impensable; es decir, que si una rama se separó del tronco, por el amor que Dios nos tiene, podría volver a integrarse a él, pero hay un término para esto, un último día, cuando luego los sarmientos retirados de la planta sean echados al fuego y arderán.

Llama mucho la atención que el texto utiliza la palabra “limpiar” en lugar de “podar”, que sería más agrícola, pero, en el fondo, quiere señalar que no se trata de cosas meramente externas, como si realmente fuéramos plantas.

Es más un proceso de purificación, de comunión y permanencia en Cristo. Por ello, quien quiera dar fruto debe estar en todo momento unido a Cristo que es la vid verdadera. Además, debemos estar dispuestos a recibir del viñador todo el tratamiento que considere útil para nuestro perfeccionamiento. Jesús dice muy claramente: “Separados de mí no pueden hacer nada”.

Por eso la comunión en la Iglesia es esencial, e implica nuestro compromiso para llevar adelante la evangelización. El que no guarde la comunión no está haciendo Iglesia, y la salvación se entiende como un acto comunitario, a partir de mi decisión de mantenerme insertado en la comunión con Cristo y los hermanos.

Vayamos a trabajar para la gloria de Dios. Comprometámonos cada vez más en la tarea redentora. Cooperemos para que se construya la unidad y asumamos la tarea de esparcir por toda la tierra el reino del Padre que nos anuncia Jesucristo, Hijo eterno de Dios hecho carne.

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