Pido la palabra

Así me di cuenta

Hubo tres pistas muy seguidas: la primera fue ver a mi papá, a través de una hendija, armar aquel cuartel que después pondría a volar la imaginación.

Tenía un puente levadizo, torres en las esquinas, casamatas, algunas celdas y un patio central, repleto de soldados de plomo como los que traía en la valija el tío Chepe, cuando llegó en su acostumbrada visita decembrina.

Yo le había insistido a mi padre que le compráramos aquellas maravillas, pero se negó obstinadamente, alegando que estaba "chonete".

Tampoco el tío hizo por dónde regalármelos, pese a que se mostraba tan cariñoso. ¿Cómo aparecieron de pronto en aquel patio del cuartel marrón?

Una segunda pista fue ver a otro tío -en este caso, político- en ese taller en el que papá hacía jeeps, carruajes de principios de siglo, maromeros y un sinfín de variados juguetes. El tío llenó un saco entero. Su numerosa prole apareció jugando el veinticinco con cosas muy parecidas a las que hacía mi tata.

La tercera pista fue cuando llegó la locuaz Lela, diciendo que allí mandaba doña Tina para "Carlitos" (mientras mi madre se deshacía en señas y visajes para que yo no me enterara). Por su forma, pude adivinar un hermosísimo naipe, que luego vi colgando en el árbol de Navidad, envuelto en un papel verde intenso, con lazos rojos y dorados.

Por más esfuerzos que hizo el tío José Luis por despistarme, no pudo evitar que aquel 25 de diciembre gritara que ¡ya sabía quién era el...!