Lunes 28 de abril de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | Pido la palabra
El Chavo...

Ana Coralia Fernández, periodista
paradigma@racsa.co.cr

Tenía el ombligo saltado en una panza que se salía de una camiseta a rayas desteñida y usaba tenis sin medias.

Jugaba todo el día con una silla de palo que acostaba sobre la acera. Hacía del respaldar un cajón de carreta y de las patas delanteras las agarraderas. Así y a todo galillo pregonaba: "botella", "perióico", o verduras imaginarias que por supuesto nadie compraba.

Javier era el menor de una familia humilde y vecino inmediato de mi casa. Vivíamos en uno de esos vecindarios que huelen a maduros fritos a medio día.

Un racimo de niños jugábamos con sus hermanas, pero él siempre andaba solillo. Entre todos, "sin querer queriendo" lo cuidábamos.

Un día que andaba yo contando cuentos, se me arrimó un señor con unos güilillas y me dijo: "¿Se acuerda de mí? ¡Yo soy Javier su vecino y esta es mi familia".

Me presentó a su esposa y a sus tres hijos, lindos como el sol de mayo. Él estaba feliz y orgulloso. Mientras me contaba el resumen de su vida, yo me pregunté adónde habría quedado la sillita de palo, amiga incondicional y barata de aquel chiquillo de barrio, parte ineludible de una infancia compartida.

Don Roberto Gómez Bolaños, en su reciente visita al país, dijo que hay miles de "Chavos del 8" regados en toda nuestra América Latina. Que él lo único que hizo fue darles voz y forma en su gran personaje y que los de carne y hueso viven acogidos por amigos como los de la vecindad, donde son parte de todo y nada y protagonistas estelares de pobrezas sin fin. ¿Tendrá razón?

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