Lunes 28 de abril de 2008, San José, Costa Rica
Ovación
Brumosos armaron su fiesta
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    A los de la “Fuerza Azul” no le importó irse en el cajón de este auto para llegar a Guápiles a apoyar al equipo del Cartaginés. Manuel Vega
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    Con cánticos, ondeando banderas; así llegaron los seguidores brumosos al Atlántico. M. Vega
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    Previo al juego en las afueras del Ebal Rodríguez la cosa se calentó. Parecía que había un carnaval blanquiazul. Manuel Vega
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    Estos aficionados brumosos armaron su propio palco en la copa de este árbol, en las afueras del estadio Ebal Rodríguez. Abelardo Fonseca

Isaac Zúñiga Keith
izuniga@aldia.co.cr

Cartago y Guápiles. - La afición del Cartaginés se levantó temprano ayer; se despertó con un único pensamiento: ir a darle su apoyo al equipo de sus amores en el crucial encuentro por el no descenso ante el Santos.

Poco a poco, en el centro de la “Vieja Metrópoli”, se fueron aglomerando los seguidores brumosos, con sus banderas, globos, tambores, cornetas, y por supuesto uno que otro “fresquito” que no podían faltar para el viaje. En fin, los blanquiazules montaron una verdadera fiesta mañanera con rumbo al Atlántico.

Los aficionados que tenían su entrada en mano (225 boletos) empezaron a ocupar su campo en los cinco autobuses de excursión (¢3.000 el pasaje) que se pusieron en marcha a las 7 a.m.

Otros que se quedaron sin transporte y que iban sin entrada se las ingeniaron para llegar al Ebal Rodríguez.

Vivo ejemplo, fueron algunos miembros de la barra brumosa la “Fuerza Azul”. Pidieron “ride” y se fueron en el cajón de un automóvil cantando y brincando, en la caravana brumosa.

Cuando atravesaron el túnel Zurquí el “oe, oe, oe, azul, azul” se escuchó a todo pulmón y ni qué decir en el momento que hicieron su entrada a la casa del Santos.

Minutos antes de que iniciará el juego, un carro con dos parlantes enormes, puso la radio a todo volumen para los aficionados que no encontraron boletos o que no quisieron comprársela a los revendedores, que hicieron su agosto. Los precios estaban entre los ¢7.000 y ¢20.000.

Por su parte unos se las idearon para ver el partido. Se subieron en árboles, en los techos de los carros para no perder detalle, y otros decidieron pagar ¢2.000 de entrada a un bar y lo observaron en pantalla gigante.

Cuando cayó el gol de Leonardo Madrigal, en las afueras del estadio santista fue un manicomio total. Los brumosos se abrazaron, corrían por todos lados, eso sí, el semblante les cambió con el empate santista.

El ánimo subió al tope con el penal señalado en el epílogo del choque, pero los lamentos y las caras largas se dejaron ver cuando Alexander Calvo lo falló.

A pesar de esto, regresaron a casa satisfechos y con la esperanza de que su querido Cartaginés permanecerá en Primera.

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