Lázaro Malvarez
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Los excepcionales Juegos de Pekín son parte de la historia y ahora le toca a Londres tomar la estafeta y organizar unas olimpiadas dignas de una ciudad que ya fue sede en otras dos ocasiones (1908 y 1948).

Londres no la tiene nada fácil. Los juegos llegaron a Pekín precedidos de críticas por la discriminación a los tibetanos y la contaminación ambiental, pero los chinos salieron por la puerta grande, con una ceremonia de apertura inolvidable y una de cierre para no olvidar.

En el plano deportivo se impusieron 38 marcas mundiales y 85 olímpicas, China desplazó a EE.UU del medallero, mientras que la piscina y la pista vieron desfilar a dos súper-héroes: Michael Phelps y Usaín Bolt.

El estadounidense Phelps ganó ocho medallas de oro. Con siete primados mundiales se convirtió en la fuente de inspiración para su país y en un imán publicitario, que ya tiene varios millones de dólares asegurados fuera de la pileta.

Bolt, nacido en Jamaica, corrió como nadie, implantó tres marcas universales: 100, 200 metros y en el relevo 4x100. Sus 9,69 segundos en los 100 m. y 19,30 en los 200 parecen de otra galaxia.

Phelps y Bolt esperan también visar su pasaporte para Londres, pero no será lo mismo; sus olimpiadas fueron las del 2008 y en el 2012 otros serán los llamados.

En lo económico, los chinos también fueron campeones; su pujante economía les permitió gastar $41 mil millones y se lucieron con instalaciones como “El Nido del pájaro” y “El cubo de agua”, pero sus cinco mascotas pasaron con más pena que gloria.

Gran Bretaña terminó en un meritorio cuarto lugar en el medallero y en instalaciones deportivas seguro que pasará la prueba; el logo y la mascota ya dieron dolores de cabeza y tras la despedida del Béisbol y el Sóftbol se quedó con 26 deportes.

¿Podrá la flema inglesa contra la laboriosidad china? Tenemos cuatro años para conocer la respuesta.