Edgar Fonseca
Director

Ninguna ley de tránsito retornará vidas. Ninguna sanción sanará tanta gente mutilada emocional y físicamente.

Ninguna norma mermará el impacto social de la ola de desgracias producto de conductores irresponsables, temerarios.

Pero el Estado se debe hacer sentir ante el desmadre que se vive hoy en nuestras calles.

La aplicación de “shock” de detenciones de conductores ebrios, de los “picones” y de quienes abusan de velocidad merece aplauso público.

Estas medidas deben ir acompañadas de la más formidable campaña estatal de educación y concientización al país.

Escuelas y colegios deben ser los epicentros de esta batalla.

Ahí, en parte, debe empezar la guerra contra esta pandemia asociada al alcoholismo, las drogas y la pérdida de valores.

Esta campaña es indispensable. No vaya a ser que, de buenas a primeras, un “salacuartazo” se traiga la normativa al suelo.

Se requiere crear una cultura, al conducir, de amor y de respeto por la vida; por la propia y por la de los demás.

Implica, y ojalá así lo entienda doña Karla González, meter al país en una sola sintonía. Lo muestran temas tan sensibles como el mejor trato a nuestros recursos naturales y al ambiente donde el Gobierno anda dando tumbos.

Las sanciones en marcha implican imponer orden, control; meternos en cintura ante los desmanes en que hemos caído.

La tarea es titánica. Se requerirá de un inspector a cada 100 metros, dada la proliferación de cantinas y licoreras.

Pero hay que empezar. Zapote y Palmares deberían ser los mejores ejemplos de esta cruzada nacional.