Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

El alto precio del petróleo, y, por ende, de sus hijos el diésel y la gasolina, nos tiene bailando La Macarena sobre las brasas. Nada en la vida cotidiana ha quedado sin sufrir sus efectos.

El Gobierno anda muy ocupado en busca de asesoría para aplacar el huracán de asesorías.

Las costas del Puerto Arias han afrontado bravíos oleajes de tinta y papel y más de una barcaza se ha manchado en el mar de la transparencia.

El capitán, que ha poco no cantaba ni Los Pollitos, tuvo que sacar la voz de Plácido Domingo… lunes, martes y miércoles para amainar las críticas a los secretismos con que inicialmente manejó la denuncia periodística de La Nación sobre pago irregular de asesores.

Es conveniente implorar intermediación y ayuda a los santos. Santa Catalina, que en vez de gasolina podamos usar orina. San Mark, que en algo nos socorra el dinero guardado aquí de las FARC.

San Viridiana, que respete la prohibición de circular la viceministra Viviana. San Amado, que a los 500 litros de gasolina renuncie cada diputado.

San Ida, que ya no nos suban más la comida. San Eunice, que la electricidad y el teléfono no sean la golosina del ICE.

San Martín, que el presidente venezolano Hugo Chávez nos invite a su jardín. San Humberto, ¡piedad! que ante tanto aumento va a crecer el muerto.

San Eufrasio, ¡auxilio! que en el estómago del pobre sobra espacio. San Miguel, sobra hiel y falta miel.

Amén.