Roxana Zúñiga Quesad, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Los disturbios juveniles que dejaron ¢80 millones en pérdidas promovieron una Semana Santa en julio: brotan los Poncio Pilatos.

Es la historia de siempre… los éxitos abundan en padres y los fracasos, en orfandad. Ahora nadie responde por los daños y los involucrados se desgañitan en excusas, seguros que el cálido manto del olvido aplacará la indignación. Ya lo dijo el expresidente Ricardo Jiménez: en Costa Rica ningún temporal dura más de tres días.

Como si fuera un partido de futbolito, todos se pasan la pelota y sudan la camiseta, pero sin avanzar un centímetro. Dentro de un tiempo, y tras múltiples y sesudas investigaciones, la conclusión será que fue Teté. Y a otra cosa.

Algunos de los organizadores de los eventos, (que pueden ir desde un concurso de simpatía de las cucarachas hasta un megaconcierto con mil roqueros) olvidan que la gente ya no es ni labriega ni sencilla. Hoy la violencia domina nuestro proceder y nos vamos a las manos, las piedras y las pistolas por un mal modo o un estornudo en la nuca.

Al coordinar toda actividad pública hay que pensar primero en la seguridad de antes, durante y después.

Lo anterior es un requisito fundamental que ya no se puede obviar o ponerle el sello de “a la tica”, de ahí vamos a ver lo que sale o Dios depare.

Ignorar esta realidad (nos volvimos un pueblo de reacción rápida y violenta) puede provocar que haya consecuencias más trágicas que los vidrios quebrados y negocios saqueados.