Jorge Arroyo
Escritor

La semana comenzó con un brutal golpe mundial, que no nos resulta ajeno.

Como sabemos, el Congreso de los Estados Unidos tuvo en alitas de cucaracha el plan de apoyo financiero propuesto por el presidente Bush.

La amenaza de desplome corrió pareja con la urgencia por apuntalar redes bancarias y con tentativas de salvarnos del caos económico. Las responsabilidades se reparten: en la recta final de la campaña política estadounidense, las culpas toman tintes electoreros.

Quizá todo parezca lejano, y hasta puede pintársenos como un alboroto gringo que pringó a Europa. Empero, si por ahora no estamos en el ojo del huracán, sepamos que no lo pasaremos sin mojarnos.

La economía costarricense, dependiente de los grandes bloques, no es ajena a sus vaivenes. El Estado sufre los embates y el pueblo las consecuencias, que se agravarán si seguimos con la costumbre de gastar en lo innecesario y de endeudarnos. Hay que dejar la idea de cambiar la mamá por una chancha, si con el trato nos resultan –más que sea– unos chicharrones puretes.

El Gobierno expuso que en su gestión hubo algún descenso en la miseria, pero también alertó que ya no será así. Y si las potencias se las están viendo a palitos, mejor que aquí tomemos previsiones.

Cuidemos cada peso, seamos sensatos con los gastos. ¡No al despilfarro, que no está la Magdalena para tafetanes!

Hoy es 4 de octubre, día de San Francisco de Asís. Buen ejemplo para vernos reflejados en su austeridad, para que luego no tengamos que ayunar por fuerza.