Leonel Jiménez
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El discreto encanto de Marcelo Herrera y tres meses de trabajo tienen temporalmente situado al conjunto manudo en la cima del campeonato de invierno.

Muchos son los factores que inciden en el rendimiento, que va creciendo.

A la hora de valorar esta situación emerge con fuerza la figura del técnico Herrera, no es que sea un entrenador infalible ni garantice el éxito final, pero en el argentino convergen las virtudes imprescindibles de un técnico formador, que adiestra y pule los pinos nuevos.

Todo parece indicar que la idea de remozar y lograr el desarrollo de la planilla rojinegra se alcanza por el conocimiento del señor Herrera, quien busca sacar el máximo rendimiento de los jugadores.

Hasta el momento saca de donde no hay, y hace de tripas corazón con estos jóvenes, combina resultados con mucho trabajo, sin someter a los “pibes” a la ley del terror.

Bajo la imagen de un técnico serio y frío, se esconde una persona sensible y humana, que no pierde el respeto ni la compostura, según me dice el jugador Geancarlo González.

Por ahora el técnico tiene el control del vestidor y en las alineaciones no hay favoritismos ni argollas (con excepción de Martín Civit, al que se le dio opción y no respondió). Adentro no hay chantaje ni vacas sagradas. El futuro pinta prometedor.