Neyssa Calvo Achoy
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A los ocho o nueve meses es normal ver a los bebitos arrastrándose por el suelo en su afán por desplazarse.
Un proceso considerado normal y de enorme beneficio para el pequeño, señala Ingrid Reyes, terapeuta de lenguaje y estimulación temprana del Centro de Diagnóstico & Atención Psicopedagógica, en Guadalupe.
“El pequeño que gatea tiene grandes ventajas, entre ellas la conexión de los hemisferios cerebrales al realizar los movimientos cruzados de brazos y piernas”, agrega la experta.
Además, el niño ejercita los músculos de los ojos al enfocar sus manos, rodillas y las distancias por donde caminará.
Entre más se practique, es mejor para el menor porque al hacerlo adquiere mayor destreza. Por ejemplo, recalca Reyes, el gatear hacia atrás le enseñará a devolverse al final de un camino, dar vuelta para cambiar de dirección, subir y bajar escaleras o planos inclinados para que logre estar en diferentes ambientes.
Asimismo Patricia Odio, psicóloga, explica que cuando el niño gatea recorre diferentes superficies y texturas lo que le permitirá desarrollar la sensibilidad táctil de los dedos y de la palma de la mano.
Todo esto le ayudará a sostener mejor los objetos pequeños y más adelante a sujetar correctamente el lápiz e iniciar con éxito el proceso de escritura, en la época escolar.
Es importante, recalca Odio que los padres de familia estimulen a su hijo, pero que el gateo no sea algo obligado.
Los padres pueden ayudarles a los pequeños si se ponen a gatear con ellos a manera de juego.
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