Domingo 12 de octubre de 2008, San José, Costa Rica
Nacionales | XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario
El banquete de las bodas del hijo del Rey
  • AlDia.cr
    La convocatoria que hace Jesús, de disfrutar su amistad y compañía es maravillosa. Internet.

Álvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
redaccion@aldia.co.cr

Una nueva parábola sobre el reino de los cielos. Ahora el Señor lo compara con las bodas del hijo del Rey, y el banquete que el monarca ofrece para homenajear a los invitados. Pero esos invitados son una calamidad.

Las bodas y el banquete estaban fijados, pero he aquí que los invitados no quieren ir. La actitud nos llena de angustia y nos preguntamos: ¿qué idea tienen estos hombres de su Señor?, ¿cómo se atreven a ofenderlo así, sin reparar en que podría responder con violencia a tales insultos? Porque se nos dice que el ofendido Rey no apela a bondades excesivas. Tiene una tremenda reacción y envía soldados a destruir aquellas gentes.

Luego, tras vengarse de los pendencieros invitados, queda flotando una realidad: el banquete está preparado y alguien tiene que disfrutarlo.

La parábola de Jesucristo nos recuerda de nuevo la oferta que Dios hizo a los del pueblo elegido para que disfruten de su amistad y compañía. Y ya que los judíos terminaron por no acoger la amistad que Dios ofrece, ya que el banquete está preparado, Dios envía emisarios para traer gente de todas partes del mundo, gente que quiera deleitarse con el banquete. Allí, entramos nosotros, como quien dice, de pura “chiripa”.

La convocatoria es maravillosa, pero no se pueden pasar por alto la respuesta que damos al Señor. Por ello, un detalle del texto nos desconcierta. El Rey entra en la sala del banquete, que ahora luce repleta, de gente buena y mala, y se topa con uno que no viste traje de fiesta. De inmediato lo manda castigar.

Uno podría preguntarse, si te llaman de improviso, si te encuentran en el camino, ¿cómo pretenden que lleves traje de fiesta? Dicen los biblistas que en Oriente, en los palacios de los reyes, había ropas para que las gentes que no tuviera el traje adecuado pudieran presentarse dignamente ante el rey.

Aclarado esto, entendemos que si aquel hombre no estaba bien vestido era porque así lo había decidido. Por ciento que los criados llamaron a buenos y malos y que todos entramos, pero si alguno tenía algún impedimento, debía corregirlo. Aquel invitado menospreció el momento, no le dio la importancia que tenía, se negó a dejarse transformar por la invitación.

Por eso es castigado.

Nosotros hemos sido llamados por Dios al banquete de bodas de su hijo. Sepamos vestir adecuadamente la ropa que el mismo rey nos ofrece, vistámonos de reconciliación, santidad, compasión, rectitud; dejémonos transformar totalmente por su amor. Entonces podremos gozar del banquete y vivir, disfrutando de la presencia del Rey por la eternidad. Porque: “muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

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