Jorge Arroyo, escritor
redaccion@aldia.co.cr

El papel social de los medios de comunicación colectiva trasciende su función informativa.

Son voceros que han de proponer visiones diversas a partir de diferentes ángulos del acontecer histórico donde tengan su radio de acción, y, entre otras cosas, por su poder de penetración han de procurar orientar cuando la confusión impera.

Estas difíciles responsabilidades a veces son obviadas, especialmente por algunos espacios televisivos que naufragan en ligerezas y chabacanerías, encauzadas a conseguir más “rating” vendiendo banalidades y tontería.

En tiempos de tranquilidad, la radio resulta el medio menos viciado de la frivolidad que empapa los otros segmentos periodísticos, y es de agradecerlo. Pero en tiempos de convulsión, la superficialidad es impensable en cualquiera.

Por eso, a raíz de la cobertura del terrible suceso sísmico reciente, es momento para reconocer a la prensa nacional –y particularmente a los noticieros de televisión– el notable empeño en hacer periodismo serio y consciente, al mostrar la tragedia con sensibilidad humana, sin regodeos sensacionalistas.

La gran mayoría de quienes comunicaron en pantalla mantuvieron al país al pulso de los acontecimientos y se constituyeron en un canal fundamental para la unión nacional.

Bravo por la gente de Teletica, Repretel y Sinart porque mantuvieron la altura y nobleza humana esperadas; llamaron a la cordura ante la desesperación; reforzaron la solidaridad de los costarricenses, y alimentaron la esperanza.