Ana Coralia Fernández
Periodista
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Y después de todo lo que han dicho los expertos del mundo ¿qué podría agregar yo, –simple mortal–, de la ascendencia al poder de Barack Obama?

Para comenzar que me gustó lo que dijo en su discurso inicial de que uno no debe disculparse por su forma de vida. Eso me parece atinado para quienes vivimos al sur del río Bravo.

En este lado del mundo somos pobres, de piel oscura y también nos alegramos de que él, un representante de los inmigrantes, de los discriminados y de los ciudadanos comunes haya llegado con sus ideas a tan alto puesto, aunque no tengamos un beneficio alguno.

Don Obama, como le dicen algunos, lo logró por los cientos de millones que no pasamos de tener un sueño al que la mayoría de la veces despertamos en pesadilla.

Ya sé que enfrentará miles de retos y que así como Luther King fue el primer peldaño de la escala que Barack ha culminado.

Espero que en algún momento de su gestión tenga tiempo de ver al sur, a este sur que duele, que apesadumbra y que depende en mucho de que los Estados Unidos lo incluya en algún punto de su apretada agenda para subsistir y avanzar.

No me gustaría que Obama se convierta en un blanco. Ni blanco de etnia, ni de violencia, ni de los radicales que tienen garras para el arpa, ni de un sistema que se encarga de apaciguar a aquellos que vienen con el fuego de Prometeo con una esperanza y lo encadenan.