Milton Montenegro
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Después de recibir cuernos, palos y silbidos, el argentino Nicolás Hernández Hernández se desahogó con un golazo.
Lo gritó a todo galillo y con el alma. Sacó todo lo que llevaba entre pecho y espalda, el sinsabor de las críticas que apuntaban hacia los argentinos de la Liga, pero sobre todo hacia él, el último en incorporarse a un cuadro manudo con muy poco gol a favor.
“Por fortuna después de cuatro partidos se abrió el arco”, comentó el delantero, quien se jugó el mejor partido desde que se incorporó a la Liga.
Además la pegó de tiro libre, con curva, imposible para el guardameta Álvaro Mesén y estuvo de batirlo en otros remates.
“Sabía que me iba a ver mejor, por eso había que tener paciencia”, agrega Nicolás, quien parece tomar aire. Se movió de aquí para allá, tuvo más pelota y quizás también acompañamiento.
“El profe me da esa libertad, de a poquito uno se va encontrando con los compañeros, con el ritmo futbolístico que me hacía falta”.
Él y el equipo también merecían “un poco más de suerte”, según considera, esperanzado en sumar mejores resultados a partir de ahora.
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