Domingo 29 de marzo de 2009, San José, Costa Rica
Nacionales
Evangelio de hoy

Alvaro Sáenz Zúñiga, Presbítero
asaenz@liturgo.org

Como una campanada que marca el fin de su misión, Jesús oye a Felipe y Andrés, únicos apóstoles con nombre griego, quienes le dicen que unos extranjeros, de origen griego, quieren conocerlo. Esto dice a Jesús que ha llegado la hora de subir a Jerusalén para cumplir el designio del Padre.

Jesús ha asumido la evangelización de Israel y su palabra fue calando en sus corazones. Pero esa misma palabra se ha ido esparciendo fuera de las fronteras, iluminando el mundo pagano.

Decidido a beber hasta el fondo del cáliz propuesto por el Padre, Jesús nos da una expresiva imagen agrícola: el grano de trigo, que en sí vale por cuanto alimenta a hombres y animales, podría trascender y adquirir un valor infinito si se transforma en planta. Pero para ello debe caer en tierra y morir. Así, el hijo del hombre, que es también Hijo de Dios, camina hacia su glorificación sabiendo que a esa gloria sólo se llega por la pasión y la muerte, como el grano de trigo.

Y es que el ser humano tiende a pensar más en sí mismo que en los demás. Esta profunda marca de egoísmo es fruto del pecado. Jesús critica este afán egoísta diciendo que no podemos buscar nuestra propia comodidad perjudicando a los demás. Aprendamos de Jesús a ser grano de trigo, a estar dispuestos a morir por el hermano. Morir para que otros vivan es el ideal del evangelio.

Así, y ante la perplejidad de los judíos, Jesús enfrenta el trance de su propio sacrificio. Y pide a Dios su fuerza y defensa, como si anticipara la agonía del Huerto de los Olivos, declarando con absoluta convicción que ha llegada la “hora”, la que el Padre le propone, la del cáliz. Y el Padre le fortalece con una voz misteriosa.

Alguien dijo que esta columna no dice bastante que Jesucristo sea Dios. Curioso, porque para ser creyente es esencial afirmar que Jesucristo es Dios, el Hijo de Dios hecho carne. Esto lo vemos en la Biblia pero lo aprendemos de la doctrina de la Iglesia que ha escuchado la voz del Padre quien, lo afirma así en el bautismo y la transfiguración de su Hijo, y que hoy nos asegura que le fortalecerá y llenará de su gloria.

Jesús, el Hijo de Dios hecho carne por nuestra salvación, está listo para entregar su vida por nosotros. El próximo domingo lo contemplaremos en su pasión, pero ocho días después resplandecerá resucitado y glorificado para siempre.

Publicidad
Publicidad
 
Recomienda esta página a un amig@
Recomienda esta página a un amigo

© 2009. Periódico Al Día. El contenido de aldia.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr.