Allan Hardbottle, aficionado
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Estar en el Estadio Azteca, con cerca de 4.000 gargantas que apoyan a Costa Rica, pero otras 100.000 que van con tu rival, es de verdad acongojante.

La majestuosidad del Estadio Azteca es algo que te quita las palabras, lo dice alguien que estuvo con la Selección en el partido inaugural en Alemania.

Ver la cantidad de personas, el tamaño de este estadio, es impresionante, más aún cuando eres parte de una manchita en medio de esta inmensidad.

Eso si, nada que criticarle a la manchota, toda la afición mexicana se comportó a la altura, e inclusive ambas aficiones intercambiaron camisetas y se tomaron fotos, juntos como los hermanos que somos.

Dos cosas me erizaron los pelos, una cantar el himno nacional junto a 4.000 coterráneos y mi Selección Nacional; otra el respeto que la afición del Azteca guardó en su entonación, ni un silbido, ni un insulto.

No hubo “Aztecazo” pero eso no nos robó las ganas y la emoción que sentimos todos los ticos, que estuvimos en este mítico estadio.

Al principio y antes de que llegara el gol, estábamos muy confiados en la victoria, por un momento el estadio estaba en silencio y ahí era donde esa manchita roja se hacía escuchar.

Pero solo las cornetas de los mexicanos eran suficientes para ahogar el “ooee ooee” de los ticos.

Sin embargo, no nos cansamos de intentarlo, aunque solo lo escucháramos nosotros mismos. A eso vinimos, a apoyar a la “Sele”.

Pero cuando cayó el gol todo fue diferente, el ruido de la celebración ensordecedor, y los ánimos bajaron un poco.

Al final soñamos con el empate, pero el penal nos cayó como un balde de agua fría. Igual de verdad espero volver aquí.