Alejandro Arley Vargas
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“Le pido a Dios para nunca volver a la cárcel. Mi hija todavía está en El Buen Pastor y hoy fui a visitarla”, me dijo por teléfono Balvina Aguirre, de 48 años, la noche del jueves pasado desde su casa en Upala, Alajuela.

Esta nicaragüense es una de las siete privadas de libertad que salió de prisión hace dos semanas, mediante el indulto que le concedió el Gobierno.

Mientras ella trata de olvidar casi dos años de condena, en Costa Rica hay 487 mujeres presas, entre sentenciadas y las que cumplen una medida preventiva.

Ellas representan apenas el seis por ciento del total de reos del país, que son 8.264, según estadísticas del Ministerio de Justicia.

Del total, 461 están en la cárcel El Buen Pastor, en Desamparados, y otras 26 en el centro penal de Liberia, Guanacaste.

Infracciones a la ley de psicotrópicos, el tráfico, tenencia y la venta de drogas, son de los delitos que en más ocasiones llevan a una mujer tras las rejas, como ocurrió con Balvina y su hija de 31 años.

“Por necesidad, para buscar dinero vendí ‘piedrita’ (crack) en mi casa. Me llevé a mi hija de la mano”, expresó Aguirre.

Tras la experiencia de vivir varios meses en prisión y otros en casa por cárcel, por una enfermedad, esta mujer disfruta de la compañía de sus otras tres hijas.

Actualmente en El Buen Pastor hay 60 mujeres entre los 19 y 24 años de edad. 241 están entre los 25 y los 50 años.

De todas, solo una cumple 50 años de cárcel, la condena máxima en Costa Rica. Ella y tres mujeres más nos contaron su historia.

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