Una hora después, cuando los ánimos de dolor parecían apaciguarse, una señora comenzó despavorida a abrirse paso entre los curiosos.
Lanzaba fuertes gritos, impresionantes lamentos, pero –sobre todo–, un desgarrador llanto que le erizaba la piel a los que la rodeaban.
La señora, tía del fallecido, insistía una y otra vez que este hecho le revolcaba “todo el dolor del alma” que aún no sanaba por la pérdida de su propio hijo en noviembre del año pasado.
El muchacho, Víctor Arroyo Cisneros, fue arrollado por el auto que conducía el diputado Ovidio Agüero a quien la alcoholemia dio positiva
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