Chile/El Mercurio/GDA. - Había una ley en la carpa de los Segovia. La ley era no llorar. El que quiera llorar, decía Alberto Segovia, tiene que hacerlo fuera del campamento, lejos, donde nadie lo vea, donde no afecte la delicada resistencia emocional de los demás miembros de la familia que hasta el domingo pasado no tenían ninguna noticia de Darío Segovia, uno de los 33 mineros atrapados en la mina San José.
Los Segovia son los duros del Campamento Esperanza. Son los que han exigido en su cara al ministro de Minería, Laurence Golborne, no bajar los brazos y son los que encabezaron la protesta de los familiares que pedían que los pirquineros participaran en el rescate cuando la sonda había vuelto a fallar. De ahí es María Segovia, hermana de Darío, conocida como la alcaldesa del campamento, quien es la primera en sacar la bandera y gritar cada vez que entran o salen los camiones cargados de maquinaria para el rescate.
De ahí es Alberto, también hermano de Darío, quien la primera vez que vino el presidente Sebastián Piñera le dijo:
-“Oiga, Presidente, dígame ahora si el rescate va a ser un compromiso del Gobierno hasta el final, o no”. -“Hasta que saquemos al minero 33”-, le respondió.
Segovia impuso la ley de no llorar. Todos la respetaron, los padres, los hermanos, los tíos, los primos. Incluso, la familia del minero Claudio Yáñez, de la carpa vecina, respetó la ley. Así que algunas noches Alberto decía que iba a dar una vuelta y, en vez, se iba al cerro donde están las 33 banderas, una por cada minero, se sentaba en una piedra, encendía un cigarrillo y comenzaba a llorar como un niño. “Después bajaba como si no hubiera pasado nada”, dijo.
Pero cuando Piñera mostró el mensaje que decía: “Estamos bien en el refugio los 33”, rompió su propia ley. Se puso a llorar en público. Corrió al cerro, agarró la bandera con el nombre de su hermano y la hizo flamear.
Ha pasado una semana desde que se supo la noticia y el Campamento Esperanza no es ni la sombra de lo que era hace dos semanas, cuando nadie sabía qué pensar y los familiares arrastraban su angustia por la polvorienta calle de la aldea... Ahora hay un casino que se llama Fuerza Minera con horarios de almuerzo y cafetería, hay duchas y hay un sector para niños. Y la gente también ha cambiado. Los que antes no se reían, ahora ríen; los que no hablaban, ahora hablan; y algunas familias, como la de los hermanos Ávalos, ya se han ido. Otras se han trasladado a las carpas levantadas por el Ejército y el resto, como los Segovia, sigue en sus carpas.
Los Segovia son 14 hermanos y el día que salga Darío se van a reunir todos. De eso hablan en la carpa. De cómo lo recibirán, de la celebración que harán y de cuánta carne van a comprar para el asado.
Espera sin descanso
Lilian Ramírez era una más entre las mujeres que esperaban a sus esposos atrapados en la mina, hasta que el domingo Piñera le entregó la carta de Mario Gómez, su marido, en lo que fue la primera señal de vida que emergió desde el fondo de la tierra.
Lilian llegó a la mina el mismo día del accidente, instaló su carpa justo frente a la de los Segovia y desde entonces no se ha movido.
El domingo pasado, cuando anunciaron que todos estaban vivos, el ministro Golborne la llamó.
-“Lili, te tengo una sorpresa” –le dijo. -“¿Una sorpresa? ¿Otra más? Ay, diosito, qué sea buena” –rogó. -“Tu marido te mandó una carta”. -“¿Hay cartas para todos?” -“No. Sólo para ti”.
Los tres trozos de papel los tiene ahora enmarcados, y cuando María Segovia hace flamear su bandera a los camiones que se van, Lilian Ramírez levanta el cuadro con la carta.
“Lo más duro ahora es la espera, la angustia de la espera”, dijo al teléfono respondiendo preguntas de prensa. “No me importa el frío, ni la tierra, ni nada. Lo único que quiero es estar cerquita de él. No me voy de aquí hasta que lo vea salir”, aseguró.
Todo listo para la perforación
Chile/AFP.- La perforación del hoyo por donde serán rescatados los 33 mineros de la mina San José empezará entre hoy y mañana, se informó el viernes anterior, horas después de que los hombres bajo tierra enviaran un video en que aparecían optimistas.
“Hemos terminado la plataforma donde se instalará la máquina. Vamos a perforar hasta el refugio (a 700 metros de profundidad), la máquina se está moviendo (hacia su emplazamiento) en este momento y esperamos entre domingo y lunes estar perforando este pozo”, dijo el jefe del rescate, André Sougarret.
La máquina Strata 950 debe abrir un hoyo de 66 centímetros de diámetro por donde saldrán uno a uno los hombres que están a 700 metros de profundidad.
“Ellos nos ayudan muchísimo en términos de darnos indicaciones y evaluamos si es posible que puedan ayudar en las labores de perforación desde abajo”, dijo.
Animación del plan de rescate, Cortesía de EMOL
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