Edgar Chinchilla, corresponsal GN y Rodolfo Martín
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San Carlos, Alajuela. - El jueves pasado, cuando un hombre de apellido Salas fue condenado a cuatro años por el crimen de Moisés Esquivel Arias, su padre –de igual nombre– respiró satisfecho porque se hizo justicia.
Pero, el juicio lo arruinó en su lucha por encontrar al sospechoso, quien huyó del país.
Don Moisés, de 73 años, para poder llegar al debate tuvo, como última opción de conseguir dinero, que empeñar en ¢75.000 su equipo de herramientas.
Lo hizo para cubrir el pasaje y la alimentación de las personas que, por ser muy pobres, le ofrecieron atestiguar en el juicio. Unos días antes, había hipotecado la casa en tercer grado. La perdió y debe entregarla el 16 de enero.
El patrimonio familiar, reunido durante una vida de lucha en Australia, desapareció en cuatro años.
La tragedia familiar comenzó la noche del 15 de abril del 2006 cuando su hijo, de 23 años, fue atropellado en las afueras del restaurante El Río, en Upala. El sospechoso fue capturado horas después, pero luego lo liberaron.
Sin embargo, algún tiempo después no llegó a la reconstrucción de los hechos y se constató que había escapado a Estados Unidos, pese a que tenía impedimento de salida. Acto seguido, se ordenó su captura.
Su propia cacería
Al pasar las semanas y no tener noticias sobre el paradero de Salas, don Moisés emprendió su propia cacería, recordó ayer.
Unas averiguaciones lo alertaron de que el sospechoso podría estar en California, después de vivir en otros dos estados.
Decidió ir tras él.
El 31 de agosto del 2007, vendió en ¢25 millones un centro turístico que tenía en Upala, le pagó ¢11 millones que le debía al banco y compró un lote en ¢5 millones en Alajuela para construir una nueva casa, que también perdió. Hizo otros pagos y le quedaron ¢3 millones, dinero que usó para viajar a Estados Unidos.
Al cabo de un mes y medio de constantes movimientos, durmiendo en el carro de segunda mano que había comprado para transportarse o en hoteles baratos y “medio” comiendo, halló al sospechoso.
Cuando estuvo seguro que eraSalas, buscó a la Policía, la alertó y lo detuvieron.
“Me dijeron que nada hacía allá, que regresara a Costa Rica. Tuve que vender el carro para comprar el pasaje”, contó. A las 10:30 p.m. del 14 de marzo del 2008, Salas llegó esposado al aeropuerto Juan Santamaría. Esa misma noche quedó en celdas del OIJ de Ciudad Quesada.
Al día siguiente, un juez lo dejó libre porque, al parecer, tenía arraigo y le habían conseguido trabajo. “Lo que en ese momento quise fue tomar un A-K y hacer justicia”, manifestó.
Unos abogados inescrupulosos, según afirmó, terminaron de despojarlo de los últimos ahorros que tenía. El penalista Henry Vega, al final, tomó el caso y fue él, de su propio peculio, según amitió don Moisés, quien le extendió la mano para que pudiera completar esta hazaña de cuatro años.
Moisés Esquivel, con 42 años de vida matrimonial junto a Aracelly Arias, nació en San Carlos y es el octavo de 17 hermanos.
“Mi sueño de niño era salir y conocer el mundo”, dijo.
A los 22 años, vio una revista donde solicitaban mecánicos en Australia.
Fue a la embajada británica y rápido le dieron la visa.
Pidió un crédito por ¢300 mil, compró el boleto y con $20 salió para Australia.
Cree ser el primer tico a quien le extendieron este tipo de visa. La segunda, su esposa, quien llegó tres meses después.
Inició y trabajó siete años en una empresa automotriz y luego para hoteles.
Hizo su primer ahorro y se fue a cumplir su sueño: conocer el mundo. Volvió después con sólo $5.
En esa gira decidió cambiar de actividad y abrió un restaurante de comida mexicana.
Doce años después lo vendió. Vino a Costa Rica, le hizo una casa a la mamá y volvió a Australia a lo mismo.
En 1980, quiso que su hijo, un adolescente, viniera a conocer sus raíces y compró la propiedad en Upala, lugar en donde comenzó la pesadilla.
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