Roxana Zúñiga Quesada, periodista
ropazu@racsa.co.cr

Para enfrentar estos días de frío, una suculenta sopa noticiosa.

El 1.° de marzo entró a regir la nueva Ley de Tránsito. Y, como todo en este país maniqueo, pasamos de risibles multas de ¢20 mil a otras muy llorables de más de ¢300 mil (más el 30 por ciento). ¡Perdimos el justo medio!

Si se escribiera su historia superaría al Quijote en extensión, porque en calidad obviamente no.

¿En cuál nación se intenta reformar una ley sin que hubiera entrado en vigencia? ¿En qué Estado serio los diputados eliminan la medida estrella de la ley (quitar puntos a la licencia por cada falta cometida) tan sólo 24 horas después de inaugurada?

Un grupo de sindicalistas de Limón consiguió que un médico, desde su consultorio privado, recetara incapacidades como si se tratara de acetaminofén. Y otro doctor de la Caja (quien días antes había abogado por ellos en un programa radial de Monumental) les aprobó la licencia por estrés y hasta anorexia. La ética ha muerto (no le hagan autopsia olería muy feo…)

Algunos estudiantes de la Escuela de Policía faltaron a lecciones para ir a jugar fútbol con el permiso de su jefe, quien hasta los llevó a la cancha.

Al Mundial de la deshonestidad sí clasificamos.

Una cooperativa que está en cuidados intensivos prestó $4 millones a tres socios que tenían escasos días de afiliados. ¡Y a los ahorrantes ahora se les para el zoncho en espera de su dinero! Nada aprendimos del porrazo de las financieras.