Franklin Arroyo González
farroyo@aldia.co.cr

Lava en el Arenal, vapor y otros materiales en el Poás, un enjambre sísmico entre el Irazú y el Turrialba, además de gases y cenizas en este último, son signos de que los volcanes costarricenses están más vivos que nunca.

En el Arenal, la actividad no es peligrosa para los lugareños ni para los visitantes, más bien genera un espectáculo digno de ser admirado, sobre todo en la noche, según comentó el experto Eliécer Duarte, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).

“Hay un radio de seguridad que permite observar los eventos sin exponerse, desde todo el perímetro del volcán. Se puede ver bien desde pueblo llamado El Castillo y del mismo lago”, dijo.

Más preocupante es la situación en el volcán Turrialba, que concentró el martes 1.300 toneladas de dióxido de azufre y la pluma que emana de la cima se torna más densa y azulada.

“Eso parece indicar que hay una señal más clara de que hay un posible cuerpo magmático que se expresa mejor”, dijo.

El experto señaló que no se descarta que el enjambre sísmico, que se ubica entre el Irazú y el Turrialba, tenga alguna conexión.

“El antecedente indica que en 1994, cuando se activó esa falla, hubo una erupción puntual en la pared externa del Irazú. Si la tendencia continúa, no se descarta que ocurra algo parecido”, dijo.

Del volcán Poás, indicó que ha tenido una serie de erupciones freáticas (vapor y otros materiales) sostenidas en diciembre, enero y algunas en febrero.