Carlos Freer, cineasta
cfreervalle@gmail.com

         

Mi tía Lía regresó de Nueva York con sendas camisetas impresas, luciendo cada una el logo de los 3 equipos de béisbol radicados entonces en la “Gran Manzana”: los Yanquis, los Gigantes y los Dodgers.

Prendas de ese tipo ahora son la mar de comunes. En ese tiempo eran una verdadera novedad. Al azar repartió las camisolas. A mi primo Luis le tocó la de Dodgers. A nuestro amigo Jorge Coto la de Yanquis. A mí la de Gigantes. Ipso facto nos hicimos aficionados al club de nuestro respectivo logo.

Los “Mulos de Manhattan” jugaban en el Yanqui Stadium, los Dodgers en el Ebbets Field y los Gigantes en el Polo Grounds. La primera serie mundial que me tocó “enfrentar” fue la de Gigantes y Yanquis en 1951, ganada por supuesto por el equipo con el que yo no iba.

A las series entre equipos neoyorquinos se les decía la serie del “subway”, porque los aficionados no tenían que desplazarse más allá de las estaciones del tren subterráneo para ir a los juegos. En 1954 los Gigantes ganaron invictos la serie mundial frentes a los Indios de Cleveland, que eran un equipazo.

Lejos estaba de imaginar que esa sería la última serie ganada por los Gigantes hasta el presente. Unos años después, en 1958, tanto los Dodgers como los Gigantes se mudarían a la costa oeste. Los Dodgers a Los Ángeles y los Gigantes a San Francisco. Desde entonces los “Giants” han disputado tres series mundiales, perdiéndolas todas.

Hoy empiezan otra serie. Ojalá el azar les sonría, como me sonrió a mí.