El terremoto de Cinchona, el 8 de enero del 2009 , puso a prueba el mecanismo de “morgue auxiliar” que en medio de la tragedia facilitó, la labor judicial y a la vez permitió a los familiares de las víctimas sobrellevar el duelo que afrontaban.
Emily Solano, doctora del Departamento de Medicina Legal del Poder Judicial, indicó que fue la primera vez que trabajaron desde el sitio y el sistema permitió agilizar todos los trámites, por lo que se usaría de nuevo para futuros eventos en zonas alejadas.
En esa ocasión fallecieron 23 personas; quince hombres y nueve mujeres cuyas familias no tuvieron que trasladarse hasta San Joaquín de Flores, en Heredia, para retirar los cuerpos.
Desde una zona cercana les fueron entregados para que les dieran sepultura.
La morgue se abrió en la escuela de San Miguel de Sarapiquí, último punto de acceso por carretera al sitio del desastre.
Pese a que también sufrió daños, la escuela tenía agua y la privacidad necesaria para llevar al sitio un contenedor refrigerado para mantener los cuerpos y así se logró realizar el trabajo.
En total 18 personas murieron por asfixia y el resto por problemas en el cuello.
Según Solano, tener a los familiares cerca les permitió identificar más rápido las víctimas, ya que obtenían datos de características muy personales como lunares, cicatrices, color de cabello, estatura, ropa que vestían o fotos.
Así, conforme llegaban los cuerpos éstos eran identificados.
A pesar de lo trágico del terremoto, el evento fue una oportunidad para determinar la urgencia de una unidad móvil de patología, tiendas de campaña e insumos de laboratorio adicionales.
Entre las aplicaciones tecnológicas actuales de la morgue está la colocación de un brazalete en los cuerpos. Este tiene un código de barras, de manera que en la hoja de ingreso se coloca uno idéntico que se coteja de manera electrónica al entregar los cuerpos para evitar equivocaciones.
En octubre del 2009 una familia demandó al Estado por ¢20 millones cuando por error en la morgue le entregaron el cuerpo de Boris Zeledón Amador en lugar del de su pariente, Johan Godínez Pérez. Ellos velaron y enterraron a Zeledón en lugar de Godínez.
Esa situación se evita con el código de barras que ahora se está usando en la morgue de San Joaquín, y se habilitará en otras posteriormente.