Turrialba. - De lejos se observa la imponencia de la pluma de gases que emana el volcán Turrialba, al acercarse a sus faldas el olor a azufre irrita ojos, nariz y garganta provocando cierto ardor y hasta dificultad para respirar.
Ello ocurre al visitar este imponente coloso, el segundo más alto del país, pero entre quienes habitan sus tierras provoca enfermedad, baja producción de leche y queso, y una merma turística del 90 por ciento debido al cierre del Parque Nacional Turrialba hace casi un año.
El volcán deja saber que está vivo cuando un ruido que surge de sus entrañas y semeja la turbina de un avión estremece el suelo. Sus manifestaciones son cada vez más dañinas y muestra un paisaje desértico y sombrío.
Un informe del vulcanólogo, Eliécer Duarte, explica que entre febrero y marzo de 2011 se agudizó y extendió el efecto de los gases al oeste y suroeste del volcán.
Duarte comentó que el área dañada ronda los seis y ocho kilómetros cuadrados, pero esto varía según el comportamiento de los vientos, las lluvias y la época.
La pluma se observa de forma permanente, desde el 2005, la columna se eleva a veces hasta cuatro kilómetros y es entonces cuando la lluvia ácida emprende un largo viaje.
Especies de árboles, otrora resistentes como jaúles, eucaliptos, cipreses y salvia, sucumbieron al efecto del gas y por ello perdieron su verdor. Agónicos y marchitos, ahora tienen un color blanquecino ... o negro.
“La destrucción y erosión es algo bastante singular. Es muy raro ver este efecto”, aseveró el científico del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori).
La lluvia ácida y los gases que expulsa como dióxido de azufre, (produce olor a huevo duro), ácido hidroclórico, sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono, son los más lesivos, tóxicos, venenosos, corrosivos y ácidos, explica el vulcanólogo.
Los efectos son múltiples: pasto amarillento y quemado, troncos que alguna vez fueron árboles frondosos, cultivos de papa abandonados, “esqueletos” de viviendas, techos de estructuras con severa corrosión...
Inclemente
El impacto también lo resienten las personas con afecciones respiratorias y animales como las vacas, que tienen su pelaje erizo como medio de defensa contra esos agentes agresivos.
El mayor drama se vive en La Silvia, hoy una comunidad fantasma. De ahí muchas familias huyeron. En Quebrada Paredes, la fuerza del volcán sobre la vegetación es inclemente.
Otros poblados, como La Central, La Esperanza y La Fuente, también reflejan el impacto de la lluvia ácida y los gases del volcán, aunque en menor medida.
“Ha sido muy difícil. La producción de leche baja porque el ganado no come igual al secarse el pasto. Solo nos queda seguir luchando”, expresó Armando Coto, productor de queso de La Central. Por eso tomó medidas.
“Vivíamos en La Picada y hace dos años el volcán nos sacó. La casa se deterioró mucho por la lluvia ácida. El ganado lo tengo aquí (en La Central), pero a mi familia sí la saqué a Santa Cruz (de Turrialba)”, agregó.
Jimmy Morales, quien posee 20 cabezas de ganado, pasó de producir 300 kilos de queso por semana a solo 200 kilos.
Morales, quien tiene 43 años y vive en La Central desde hace 35, sufre otros efectos como tos y dificultad para respirar.
“Hay momentos en que no se puede respirar. La gente sigue batallando, no hay otra salida y no hay a quien culpar. La mitad de las familias se fue el año pasado. Si yo consigo otra finca, me voy, pero tengo que aguantar”.
Henry Carvajal, ganadero de la zona, es más positivo y asegura que el ganado no se ha visto afectado y que su sistema reproductivo y productivo está en perfectas condiciones. Dice que la zona es buena para la ganadería.
Pronóstico reservado
Eliécer Duarte, vulcanólogo del Ovsicori-UNA, explica que la fase gaseosa en la que está el volcán Turrialba da buenas señales y otras que no son tan buenas.
“Nos da buenas noticias porque indica que el proceso de gasificación es lento. Hay lubricación del conducto, lo que permite que el material, quizá profundo, se consolide y no produzca erupciones”, dijo. Sin embargo, lo negativo es que los gases que ha liberado indican que la masa que está por moverse es muy grande. Para producir esa cantidad de gases durante seis años se requiere mucho material.
“Lo que sigue sería una erupción magmática (lava) porque ya se pasó por las dos etapas anteriores, como la gasificación y las erupciones freáticas. Solo resta que se enfríe el material, se consolide y quede quieto por más de cien años o que expulse con presión lo que tiene. Eso sería muy peligroso”, dijo.
Ante la dificultad de predecir lo que puede suceder, Duarte recomendó educar y prevenir a la población de Turrialba.
Además, asegura que faltan estudios que permitan medir el impacto en la agricultura y ganadería y la economía en general de la zona, así como los efectos en la salud humana y animal a fin de reducir los efectos.