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Domingo 3 de abril de 2011, San José, Costa Rica

Evangelio de hoy

Álvaro Sáenz Zúñiga, presbítero
asaenz@liturgo.org

A la mitad de la Cuaresma la Iglesia viste de rosado y pone flores en el altar. Quiere aliviar nuestra ardua penitencia. Hoy es la segunda jornada bautismal de este ciclo de San Juan, la curación del ciego de nacimiento.

La escena es un invidente al que Jesús cura para decirnos que Él es “la luz del mundo” y que el dolor y el sufrimiento no son castigos por pecados propios o ajenos. Dios no nos castiga, Él nos ama.

Jesús, Dios que es, viene en nuestro auxilio. Con un barro singular hecho del polvo de la tierra y su saliva, (es la fuente del agua viva), inicia con aquel hombre la “nueva creación”, su tarea fundamental. Pone “barro” en los ojos del ciego y le manda lavarse bautismalmente en la piscina de Siloé, o sea “Enviado”. El ciego fue, se lavó y vio, pero Jesús no está.

Y el hombre empieza a sufrir lo que un creyente soporta por Cristo. En su nueva realidad es analizado, discutido, enjuiciado, acusado de cosas terribles, rechazado hasta por sus padres y expulsado de la sinagoga. Va aprendiendo a afrontar sereno las dificultades del que asume la causa de Dios y a experimentar su riqueza. La fe obtenida crece en espiral y se fortalece. Surge una conciencia cada vez más clara sobre el que le curó, lo siente cercano y afectuoso aunque no lo haya visto. Él ya se siente discípulo y emisario y anuncia a Jesús todo el que le quiera oír y hasta sacude a sus adversarios: “¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?”

Los ataques y acusaciones, oh paradoja, le permiten afirmar su discipulado. Y asegura que es el santo porque nadie ha abierto los ojos a un ciego de nacimiento: “Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada”. Se abraza a Jesús y sella su expulsión de la mediocridad farisea.

Por fin reaparece el que le curó. Jesús resella su fe al preguntarle: “¿Crees en el Hijo del hombre?” El responde: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Tú lo has visto: es el que te está hablando”. Entonces, exclamó: “Creo, Señor”.