Edgar Fonseca

Las calles de Managua, como las de Bahréin y las de Trípoli en Libia, reverberan de demandas democráticas, de masacres y sangre, de jóvenes lanzados a exigir libertades.

Y en San José muchos guardan silencio de lobos…

“Democracia sí, dictadura no…”, clamaron este fin de semana, decenas de nicaragüenses encabezados por legendarias figuras sandinistas como Henry Ruiz, Moisés Hassan Morales, Carlos Tunnerman, Víctor Hugo Tinoco y Mónica Baltodano.

Todos se lanzaron a denunciar el fraude electoral que, a lo Mubárak, alista Ortega para fin de año.

Hacen eco de los vientos de libertad que barren el mundo árabe y que se extienden a toda aquella latitud donde el autoritarismo y la corrupción, como en Managua y Caracas, se enseñorean.

Daniel Ortega, su mujer y sus cuadrillas montan el fraude del siglo.

Lastimosamente, como denuncia Carlos Montaner, ilustre pensador cubano, la oposición es cómplice.

¿Y la administración Obama? Parece ajena, muy enredada de momento en el desierto árabe, de los abusos y atropellos del orteguismo.

Algunos legisladores republicanos apenas advierten la amenaza que representa para la democracia regional este tumor del chavismo.

¿Y en San José? Callan, también, cómplices los comités de solidaridad, los pacifistas, las federaciones estudiantiles y diputados izquierdozos.

Callan ante las masacres del tirano Ghadafi.

Callan ante el autoritarismo y la represión en Managua.

Callan como lo han hecho, con tufo entreguista, a lo largo de estas semanas ante la invasión de las patrullas orteguistas a territorio tico de Isla Calero. Moral de doble cara, la de todos ellos.