Laboraba a muchos kilómetros de distancia, en Pococí, Limón, pero cada vez que podía viajaba, incluso de noche, para pasar horas de felicidad junto a su familia en Naranjo de Alajuela.
Fernando Salazar Aguilar era una persona alegre, esforzada y quienes lo conocieron recuerdan que “luchó mucho para alcanzar el sueño de su vida: ser piloto.
“Era un entusiasta de la aviación, era su pasión, su vida”, afirmó ayer Oldemar Madrigal, director de Vigilancia Aérea, de Seguridad Pública, donde Salazar trabajó durante 15 años.
Su sobrino, José Pablo, dijo ayer que “era esforzado y cariñoso, un buen padre”. Colaboró Susy Montero
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