Sucesos
Domingo 28 de octubre de 2012, Costa Rica

El año pasado el OIJ registró 10 casos, en lo que va de este año, seis

La marca imborrable del secuestro extorsivo

Carlos Hernández, corresponsal GN

redaccion@aldia.co.cr

San Carlos. - El jueves 18 de octubre el Tribunal de Juicio de San José condenó a más de 100 años de cárcel a cuatro hombres y una mujer por conformar una banda de secuestro extorsivo.

Ellos llegaron armados a una venta de autos en Barrio Cuba y secuestraron a una empresaria de apellido Miranda el 11 de enero del 2011. La liberaron a los seis días, tras recibir $32 mil.

Según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), de los 16 secuestros acaecidos en nuestro país del 2011 a la fecha, seis casos fueron en San José, cuatro en Limón, tres en Alajuela, dos en Puntarenas y uno en Heredia.

El primer secuestro que se registró aquí sucedió por motivos políticos, el 21 de octubre de 1970. Hace 42 años. Fue contra un avión de Lacsa con más de 30 personas que viajaban de Limón a San José. Los pasajeros estuvieron retenidos seis días en La Habana, Cuba. Tras una negociación, retornaron.

Empresarios, niños, turistas y hasta los magistrados de la Corte Suprema de Justicia han sido parte del historial de secuestros a partir de esa fecha.

Uno de los casos más sangrientos ocurrió en 1991 en Pocosol de San Carlos. Un empresario escapó de sus captores. Cinco meses después estos regresaron y asesinaron a un adulto y cuatro niños.

Con heridas que no sanan

La mañana del 8 de mayo de 1991 el país fue conmovido por el asesinato, en el Concho de Pocosol, del peón agrícola Adrián López, de 29 años; sus tres hijos Guiselle, José Alfredo y Adrián de 6 años, 4 años y 7 meses, respectivamente; y de su nieta Cindy Alvarado de año y nueve meses. Fue a raíz de un secuestro.

Fueron masacrados por los ex guerrilleros nicaragüenses Vicente Salmerón Rojas y Guillermo Aguilera Miranda (ya fallecidos). Cinco meses antes, ambos habían secuestrado al ganadero Adrián Cordero, en la vecina localidad de La Ceiba, quien tras siete días de cautiverio, se les escapó.

Al quíntuple asesinato sobrevivieron Mirian Hernández Condega, hoy de 60 años, y su madre Clementina, ya fallecida.

También se salvaron, pues no estaban en la casa, Ruth y Vilma, las hijas mayores de Mirian.

“Todos los días le doy gracias a Dios por tenerme con vida, pero mi verdad es que a lo largo de estos 21 años el sufrimiento ha hecho que muchas veces haya sentido deseos de morir”, dijo doña Mirian el pasado miércoles. Ella accedió a hablar del tema en una vivienda situada en las afueras de Ciudad Quesada.

“Sólo Dios y yo sabemos. Es difícil aceptar que las manos criminales de dos hombres, en pocos minutos, destrozaran la vida de mi esposo, de mis tres niños más pequeños y de mi nieta.

Cuando tuve certeza de cómo los mataron, sentí que el mundo se me venía encima, porque yo también estaba por morir.

Pese al tratamiento psicológico, mis heridas emocionales no han cerrado”, explicó.

Ambos eran conocidos. Mirian Hernández aseveró que hoy sigue sin tener claro el motivo por el cual Salmerón y Aguilera, hicieron lo que hicieron.

“Ellos eran conocidos de mi familia. Muchas veces llegaron a la casa donde vivíamos en El Concho. Por eso aquella mañana de mayo, cuando llegaron a buscar a mi esposo Adrián, no noté nada anormal. Me saludaron. Les informé que Adrián había salido a darle de comer al ganado del patrón. Lo que nunca imaginé es que a partir de ese momento empezarían los días más amargos de mi vida”, dijo la campesina nicaragüense.

Ese día, fue la última vez que Mirian vio con vida a su esposo, ya que según el OIJ de San Carlos, tan pronto lo hallaron, Salmerón y Aguilera lo atacaron a machetazos hasta matarlo. De seguido lo lanzaron a una laguna, donde lo ubicaron seis días después.

Según la viuda, aquella mañana el dúo asesino volvió a su casa y cuando ella les preguntó por Adrián, le dijeron que había pasado la noche en Llano Verde, pues se le perdió un ganado.

“De seguido me dijeron que Adrián me había mandado a llamar y que me fuera junto con mi mamá, Clementina.

No habíamos caminado un kilómetro cuando nos internaron en una montaña y con pedazos de tela nos amarraron a un árbol con las manos hacia atrás.

Aguilera me dijo que nos iban a matar porque supuestamente nosotros habíamos informado sobre ellos a la Policía, que los buscaba por el secuestro de Adrián Cordero.

Cinco minutos después se fueron. Yo aproveché para quitarme las amarras, pero al llegar a mi casa para sacar a los niños ya los tipos se los habían llevado.

Una hora después la policía los encontró muertos y desde entonces no he tenido paz”, rememoró viendo hacia el suelo.

COLABORÓ Hugo Solano.

Un secuestrador sanguinario y violento

A Humberto Rodríguez, entonces agente del OIJ, le correspondió dirigir la investigación de la masacre de El Concho. Por esa circunstancia laboral fue de los primeros en llegar al sitio donde aparecieron los cadáveres de los tres hermanitos López Hernández y de la sobrinita de estos, Cindy Alvarado.

Rodríguez afirma tener muy frescas en su mente las dolorosas escenas, que nunca antes había visto.

El hoy ex Juez Superior jubilado narra que casi se quedó sin palabras cuando vio la carita de Adrián, el bebé de siete meses, clavada en el barro.

A Rodríguez se le confirmaron las referencias que tenía, sobre todo de Vicente Salmerón, de un ex guerrillero muy violento, de conducta bestial, despojado de todo sentimiento cada vez que mataba a alguien, como hizo en Boca Tapada de Pital, en 1988 con Ángel Mairena, a quien amputó hasta la cabeza antes de tirar sus restos.

Tras la condena por matar a Mairena, Salmerón se fugó a nado del Penal de Isla San Lucas para volver a San Carlos a cometer nuevas fechorías.

El que a hierro mata... a hierro muere

Los nicaragüenses Guillermo Aguilera Miranda y Vicente Salmerón tenían escasos 14 años cuando fueron reclutados, primero como guerrilleros antisomocistas, luego antisandinistas.

La guerra los marcó. Los transformó de pacíficos campesinos a guerrilleros.

A manera de ejemplo, Salmerón mató con crueldad a su compatriota Ángel Mairena para robarle el salario.

Aguilera cometió crímenes a ambos lado de la línea divisoria, entre ellos el de un antiguo compañero.

Tan pronto cometieron la masacre de El Concho huyeron hacia Nicaragua, pero hasta allá los siguió el policía de la Fuerza Pública Eleomar Méndez, quien ubicó a Aguilera, cerca de El Castillo.

El ejército nica se encargó de capturarlo, pero horas después lo mató alegando que el tipo había intentado escapar.

Salmerón no pudo ser detenido, pero este, al igual que su cómplice, murió como vivió… violentamente.

En 1992 fue asesinado a machetazos cerca de Nueva Guinea, Nicaragua.

“Guardo su vestido para creer que vive”

A los cuatro niños los sepultaron juntos. Foto: Carlos Hernández.
A los cuatro niños los sepultaron juntos. Foto: Carlos Hernández.

Ruth Hernández Centeno tenía 21 años cuando los autores de la masacre de El Concho cegaron la vida de su hija, Cindy Patricia Alvarado, de año y nueve meses.

Hoy vive lejos de El Concho, con su compañero sentimental y dos hijos de 12 y 17 años, de su nueva relación.

A su antiguo pueblo no volvió, ni piensa hacerlo.

Mencionó que la masacre sucedió cuando ella trabajaba como doméstica en Ciudad Quesada.

“Tenía tres días de haber ido a visitar a mi chiquita, que había dejado al cuidado de mi madre para poder estudiar.

Me acuerdo que le llevé unos zapatos blancos para que estrenara. Cuando intenté despedirme para regresar a Ciudad Quesada, no me quería soltar.

La mañana del 8 de mayo del 91 cuando me informaron de lo ocurrido “me encerré en el cuarto a llorar. Me sentí despedazada, impotente”, afirmó.

Conserva el vestido que le compró a Cindy para celebrarle su primer año de vida. “Es como un lazo que algunas veces me hace creer que la bebé no está muerta, que vive”, dijo.