Mariela Hidalgo, corresponsal y Rodolfo Martín
rmartin@aldia.co.cr

Alajuela. - Las últimas ocasiones en que se “comunicó” con quienes estaban a su lado, varias lágrimas brotaron de sus ojos y rodaron por sus mejillas.

Esa era la única manera que tenía Irene Amada Vargas Gutiérrez, de 28 años, para expresarse desde su cama en la Unidad de Cuidado Intensivos del Hospital México.

Una de esas veces fue cuando un amigo y vecino suyo la visitó para pedirle perdón por haberla atropellado y, a raíz de ello, llevarla a esa crítica situación.

Y no era para menos. A Irene, entre otras lesiones, le diagnosticaron la perforación de un pulmón, el hígado reventado, varias cervicales fracturadas y graves hemorragias internas en tórax y el cerebro.

La otra ocasión en que manifestó sus sentimientos tuvo lugar cuando su hermana Grettel le suplicó que mejorara porque, como bien lo recordaba, su hija de nueve años haría la primera comunión el 16 de noviembre.

Sin embargo, los golpes y lesiones sufridos el viernes por la noche lejos de evolucionar de manera favorable, más bien degeneraron en una situación crítica al entrar en muerte neurológica el domingo a las 6 a.m.

Fue entonces cuando su familia recordó el deseo de Irene Amada de donar sus órganos el día en que muriera. Ayer por la tarde, los médicos le extrajeron las córneas, los riñones, los meniscos y el fémur para beneficio de ocho distintas personas.

El corazón no pudo ser donado porque el trasplante no era compatible con la persona que estaba en el primer lugar de la lista de espera del Hospital México, comentó su hermana Grettel a la salida del centro médico.