Antonio Alfaro, periodista
analfaro@aldia.co.cr

Andamos al volante ¡mirame y no me toqués! ¿No lo ha notado usted? Más irritables que de costumbre, menos tolerantes, con el pitazo más rápido que el semáforo, el madrazo listo para ser desembocado por si alguien se atraviesa y hasta el dedo del corazón bien entrenado por si tiene que saludar al conductor de atrás que acaba de recordarnos la madre, la tía y hasta la bisabuela.

¿Será la crisis económica o tanto hablar de ella? ¿Será que además de tocarnos los bolsillos, nos toca el estado de ánimo, la tolerancia, la paciencia?

Si encima le añadimos el calor y una presa de padre, madre y Señor Mío, cualquier otro chofer se convierte en candidato a recontra hijo de la María Magdalena.

¿Y después del madrazo qué? A ver... Por un millón de colones: ¿Después del madrazo tenemos menos facturas pendientes? ¿Nuestro carro echa alas y pasamos por encima de todos? ¿O la autopista General Cañas se hace de cinco carriles a cada lado?

En el menor de los casos nos ganamos el disgusto. Y no falta quienes terminen retándose y hasta arriesgando toparse un loco de esos que andan sueltos.

Mejor reconozca que quizás usted, que quizás todos andamos un poco más irritables que de costumbre. Relájese. Ponga música. Dé campo. Pídalo. Guarde el dedo y el diccionario.