Amado HIDALGO
Periodista

Lo dicho por Marcelo Herrera, en torno al nivel del fútbol tico, tuvo el impacto de un fuerte temblor.

Las réplicas aún permean el orgullo de muchos, para quienes el argentino fue desdeñoso con el medio donde suele comer.

Yo estoy con Herrera, a riesgo de que alguien me llame malinchista.

Pero, contrario a lo que dijo Jeaustin Campos, el periodismo no está para ensalzar el patriotismo futbolero, sino para decir y apadrinar las verdades.

A mí no se me ha olvidado que previo al último Mundial, un equipo alemán de fábrica derrotó a la Selección Nacional. Esa bofetada sí me dolió: no creía posible que unos obreros aficionados fuesen superiores a uno de los grandes invitados al mayor escaparate del fútbol.

Pese a los ataques, no pienso que don Marcelo haya sido soberbio o prepotente.

¿Qué de soberbia hay en reconocer que se es entrenador de un equipo de tercera o cuarta, viniendo de una de las potencias del fútbol mundial? Más bien, hay que elogiar su confesión como un arrebato de sinceridad.

A nadie le interesa jugar contra Costa Rica. La Copa América fue un pasaje efímero y la Sudamericana nos dejó el triste recuerdo de una Liga vapuleada, acá y en Chile. El tercer lugar de Saprissa en el Mundial de Clubes no es más que una fantasía.

¿O acaso alguien creyó en aquel momento que los morados eran el tercer mejor conjunto del orbe?

Para nadie es oculto que estamos en una de las regiones más pobres futbolísticamente. En la última “Liga de Campeones de Centroamérica”, no fuimos capaces de pasar a la ronda final, derrotados por Honduras y Puerto Rico. A nivel de Selección, la cuadrangular fue un paseo.