Antonio Alfaro, enviado
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“¡Si esta vez no vamos al Mundial, mejor nos dedicamos al béisbol!”.
La frase de un periodista hondureño resume sin querer la ilusión de un pueblo, la expectativa, esa mezcla de optimismo y pesimismo por una selección que tiene tantos buenos jugadores como desazones pasadas, eliminados de los últimos mundiales.
Amado Guevara y Carlos Pavón (ambos en la Copa de la UNCAF), los figurones de David Suazo, en el fútbol portugués, y Wilson Palacios, en el inglés, como parte de una generación de figuras, hacen creer al pueblo catracho que esta vez sí, después de tanta espera.
Cuando se juegue Sudáfrica 2010, se cumplirán 28 años desde la última y hasta hoy única presentación de Honduras en un Mundial.
¡A la Selección de Costa Rica la vamos a llevar a San Pedro Sula! -dice otro reportero catracho-. Y es que el Tiburcio Carías no asusta.
Es curioso, pero según coinciden preriodistas, aficionados y hasta jugadores, el ambiente con la Selección en San Pedro es muy superior al que se vive en Tegucigalpa.
Aquí, en la capital, el estadio no se ha llenado para la UNCAF. Cuando juega Honduras queda a medio llenar, digamos que al 70%, pese al cómodo precio de la entrada general, 60 lempiras (unos ¢1.850) para la gradería de sol.
Y si se trata de cualquier otra selección en juego, incluida la nuestra, el estadio luce vacío. Hasta pueden escucharse los golpes a la pelota. El Tiburcio Carías no asusta, pero hay que esperar a que los jugadores nuestros digan lo mismo en la semifinal o, aún mejor, en una posible final ante Honduras.
En todo caso, la verdadera caldera está en San Pedro, donde nos llevarán para la eliminatoria.
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