Edgar Fonseca
Director
El PAC se juega la vida en las elecciones del 2010. Una tercera derrota al hilo y podría quedar muy en entredicho su capacidad de convocatoria y respaldo del electorado.
Por eso, no dejan de llamar la atención las palabras pronunciadas por el nuevo presidente del partido al calor de la asamblea del sábado: “No tiene que renovar nada”.
Esta frase puede ser la lápida de ese y de todo movimiento político que se precie de renovación, refrescamiento y visión en su propuesta.
¿No es precisamente esa falta de renovación de su liderazgo la que le impide consolidarse como partido?
El PAC las tiene y no las tiene todas consigo para culminar, en la tercera, su frustrado anhelo.
Mucho depende del manejo de Arias a la embestida de la crisis y de cuál será, finalmente, la ficha verdiblanca, ganadora o perdedora, sin perder de vista una segunda ronda, en la que el voto “mariachi”, sobre todo el de los puertos, podría ser, de nuevo, decisivo.
Puede ser esta la tercera y definitiva opción para el actual liderazgo del PAC que arrastra, además, el fracaso del referendo.
Pero allí no hay espacio a la renovación; al menos eso advierten sus oráculos fundadores.
La disputada elección para la presidencia, resuelta in extremis, muestra la intensidad del choque.
“Se asustaron”, dijo un asambleísta. Y aquí saltan otras preguntas: ¿Renovar al PAC? ¿Para qué? ¿Para hacerlo más intransigente?
De ser así, tamaño desafío enfrentan sus dirigentes: refrescar al movimiento, afianzarlo como partido, no ser presa de mayor mesianismo y extremismo y cortejar, a la tercera, al electorado.
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