Martes 24 de noviembre de 2009, San José, Costa Rica
Farándula
Adiós a un amigo
Norval Calvo habló de su hermano, Froilán Bolaños, y de lo que sucederá con el espacio “Pelando el Ojo”
  • AlDia.cr
    En 10 años de conocerse y de trabajar juntos, fue la primera vez que Froilán hizo llorar a Norval. Cortesía de Norval Calvo.
  • AlDia.cr
    Ellos se la pasaban siempre en una pura risa y haciéndose bromas.
  • AlDia.cr
    Ayer “Pelando el Ojo” recordó las mejores imitaciones de Froilán.

Isaac Lobo
ilobo@aldia.co.cr

Más que un compañero de trabajo, Froilán Bolaños era para Norval Calvo un amigo, un hermano. Ellos hicieron varios pactos que se deben de cumplir: uno de estos es seguir con el programa “Pelando el Ojo”, aunque alguno de los dos faltara.

Así se lo comentó a Al Día Norval, un poco más tranquilo, con los ojos algo hinchados de llorar y con un dolor en el alma y un vacío que nadie le podrá llenar.

Compañeros de mil batallas, de trabajos, de paseos y de fiestas. Siempre se les veía juntos, llevaban 10 años en esto del humorismo, ocho con con el espacio de radio.

Ahora Calvo debe continuar, pero con la idea clara de que nadie podrá sustituir a Bolaños.

¿Seguirá el programa “Pelando el Ojo”?

Seguirá...le dedicamos un programa especial hoy (ayer), con sus mejores actuaciones. Sigue, obviamente hay que hacerle unos cambios, no de integrantes porque nadie va a sustituir a Froilán, con quien empecé con este proyecto hace hace ocho años.

¿Dónde estaba cuando se enteró de la noticia?

Iba manejando, andaba en un mandado y recibí la llamada de la radio. No lo podía creer, me agarró de repente.

¿Cómo se llevaban?

Él era mi hermano mayor. Compartí tantas cosas con él, que me forjaron la vida. Recuerdo que había cosas de las que él se sentía muy orgulloso: el programa y las experiencias como el haber trabajado con Julio Sabala.

¿Qué le decía?

“Somos privilegiados por Dios”. Lo decía porque estuvimos en todo el país, por lo que recibimos, la gente que nos saludaba, compartíamos en los mejores hoteles y excelentes comidas. Estuvimos con la persona más humilde y hasta con varios presidentes.

En el funeral se vieron varias figuras como Rodrigo Arias.

Sí, don Oscar Arias me llamó desde el avión para que le diera a los familiares y amigos un abrazo en su nombre.

¿Cuántos personajes hacían?

Entre los dos como 100 voces.

¿Cómo describe la sensación de estar sin su amigo?

Muy deprimido, pero también con una gran responsabilidad, porque siempre conversamos que si uno de los dos fallecía, el otro debía seguir con el programa. Se me complica mucho, tengo que trabajar más.

¿Alguna anécdota?

Hay algo que la gente no sabe. Hay una frase que Carlos Ramos “El Porcionzón” nos dijo y que marcó profundamente a Froilán: “Hay que disfrutar la vida intensamente”. Él no era sí, era muy mesurado y desde hace tres años Froilán disfrutó como nadie. Estaba feliz, si quería un carro nuevo se lo compraba, si quería sushi para la cena se lo pedía. Antes guardábamos y guardábamos y ¿para qué? La plata es para gastarla.

¿Qué le enseñó Froilán como persona?

La lealtad y la honestidad. Teníamos ese pacto, yo se lo cumplí y él me lo cumplió. Confíabamos en nosotros a ojos cerrados.

¿Qué experiencias le quedan del trabajo?

Cuando trabajamos para el Grupo Nación hicimos giras en cárceles y espectáculos con chiquitos con cáncer. Eso nos enseñó mucho más a apreciar la vida.

¿Él dio señas de estar mal de salud?

No, nunca. Siempre hacía ejercicio. Me vacilaba: “Vea Imbécil” –porque así nos decíamos– “vea la panza que se le está haciendo, en cambio yo corro todos los días”. Para él las mejengas de los sábados eran sagradas, me hacía cambiar la hora si había presentación a la 1 p.m. y si no se podía, se ponía como los diablos, ahí iba el viejillo refunfuñando.

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