Miguel Calderón Suárez
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En medio de lágrimas y mucho dolor fue sepultado ayer a las 4:30 p.m. en el cementerio de San Juan de Dios de Desamparados el niño de cinco años que cayó a las aguas del río Tiribí el pasado domingo en la ciudadela López Mateos, en San Sebastián.

Horas antes, la Iglesia Cristiana de López Mateos lució repleta para darle el último adiós al pequeño, quien este año terminaba de cursar el kínder en la escuela de la localidad, informaron sus familiares ayer.

Roy Arce, amigo de la víctima, contó que el menor solía asistir los domingos a la escuelita dominical de la iglesia y que precisamente ese día, se despidió de sus compañeritos horas antes de desaparecer y fallecer.

“Les dijo que hasta luego y que ya nos lo iba a volver a ver. Como si estuviera presintiendo su muerte”, afirmó dolido el joven.

“Era un niño muy hiperactivo, fogoso, siempre andaba de un lado para el otro. Es por eso que aquí en el barrio todos los vecinos tenían que ver con él. Lo queríamos mucho. Es una pérdida lamentable”, aseguró el muchacho.

William Moya, padre del niño, llegó a la iglesia acompañado de su esposa y madre del hoy fallecido, Vivian Valverde. En sus rostros se reflejaba el dolor vivido durante los últimos días.

El menor apareció debajo del puente de Alajuelita, ubicado 600 metros al sur de la rotonda del Rancho Guanacaste en San José.

El cadáver fue hallado cuando un indigente levantó una vieja lavadora lanzada al río, debajo de la cual estaba el cuerpo del menor.

El indigente dio aviso a los vecinos, que se encargaron de alertar sobre el hallazgo.