Con apenas cuatro años tomó la decisión. No fue una casualidad que eligiera aquella arte marcial como deporte, para él no era desconocida, al contrario, era algo que respiraba noche y día y que sin querer ya traía en la sangre.
Fue en 1987 cuando el menor de la familia Moitland Cabezas le dijo a su progenitor que lo llevara a clases de taekwondo. Era de esperarse. En aquel entonces Kristopher quería seguir el ejemplo de su gran héroe: su padre.
Desde que aprendió a dar sus primeros pasos, el taekwondista acudía a todos los eventos de don Delbort; fue ahí donde empezó su pasión por este deporte.
* Busque hoy en la edición impresa de Al Día, amplio reportaje sobre este atleta nacional.
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