Dota.- Dos meses después de que el profesor de informática Rónald Masís Montenegro (de 44 años) fuera sentenciado a 36 años de prisión por relaciones sexuales con menor, violación simple, difusión de pornografía y abuso sexual contra menor de edad, el distrito de Santa María de Dota lucha por dejar atrás el dolor que el educador causara.
Los hechos por los que fue sentenciado, comenzaron en junio del 2008 en la escuela República de Bolivia y siguieron hasta finales del 2009, cuando tres ofendidos –con edades entre los 13 y 14 años– rompieron el silencio y denunciaron las agresiones sexuales de las que fueron sujetos.
La oficina de prensa de la Corte, informó que la sentencia contra Masís está en firme y que su defensora pública, la abogada Laura Acevedo, no presentó ninguna apelación.
El profesor estaba a cargo de una feria científica en la que participaban los menores.
Por eso era normal que los estudiantes se presentaran a su casa para usar los legos de robótica que Masís recibió, a manera de donación, de la Fundación Omar Dengo (FOD) y que nunca entregó a la escuela, según una testigo.
Abusos en la vivienda
De acuerdo con el Tribunal de Juicio, el profesor aprovechó la presencia de los menores para abusar de ellos –algunos en repetidas ocasiones– dentro de la vivienda que alquilaba no lejos del parque de la localidad.
A una de las víctimas amenazó con sacarla del proyecto científico si no accedía a sus peticiones.
Según la Fiscalía, era normal que los amedrentara al decirles que los acusaría con sus madres, lo que despertaba en ellos temor y vergüenza.
Los jueces enfatizaron que se tuvo por probado que el maestro los obligó a observar películas pornográficas.
Uno de los ofendidos declaró durante el juicio que visitaba la casa de Masís dos veces por semana, ya que no los dejaba sacar los robots. Describió que no era como el resto de profesores, pues le gustaba abrazarlos cuando estaban frente a la computadora y abordar con ellos temas sexuales.
Otro escolar declaró que Masís lo acosó primero con los ojos, mientras que con otros de sus compañeros eran normales algunas caricias.
Los afectados solían permanecer en la vivienda desde la 1 p.m. hasta las 10 p.m.
Con la tercera víctima Masís empezó a tener contacto cuando el escolar cursaba el quinto grado. Al inicio se contaban chistes y se daban bromas hasta que el profesor decidió invitarlo a su casa para tomar café y de paso prestarle su computadora personal.
Debido a que la madre del adolescente se enamoró del profesor, la señora emplazó a su propio hijo por considerar que la denuncia tenía el simple afán de perjudicar al maestro.
El día en que fue detenido, Masís le pidió a uno de los adolescentes que borrara toda la pornografía de la computadora.
Un secreto a voces
Al consultar sobre el accionar del maestro entre lugareños, algunos –que prefirieron no identificarse– dijeron que su atracción hacia algunos niños era un secreto a voces en Santa María, “donde la vida de todos se sabe”.
Al sentenciado lo catalogaron como una buen hombre e íntegro con el resto del cuerpo docente; una persona que imponía respeto dentro del aula y quien solía portar siempre su camisa y pantalón bien aplanchados, recordó un taxista de la zona.
La denuncia que hoy tiene en prisión a Masís fue interpuesta por los menores, luego de que una conserje que limpiaba un pasillo lo observó cuando acariciaba a uno de los adolescentes dentro del salón de Informática, el jueves 5 de noviembre del 2009. (ver nota).
En ocasiones les ofrecía ¢1.000 para que fueran a un baile, comprarles una cámara digital, llevarlos al cine y “si se portaban bien” organizar un viaje al Parque de Diversiones.
A uno de ellos le regaló un teléfono celular, mismo que fue recuperado un día después de la denuncia. El hombre le dijo a una de las víctimas que padecía de una extraña enfermedad, por lo que necesitaba acercamientos corporales para sobrevivir.
“Tenía a su cargo formar monaguillos”
Una vez que la conserje Grettel Umaña Bonilla observó que el profesor de informática tocaba a un alumno, su vida no volvió a ser la misma. Ella prefirió ser tachada de chismosa y enemiga, a cambio de que se hiciera justicia por el drama que sufrieron los adolescentes.
Recordó que los menores estuvieron anuentes a declarar, siempre y cuando sus mamás no se dieran cuenta de lo acontecido.
“Les dije que solo iba hablar con uno; que luego hablaba con los demás. Les pregunté si ellos sabían de algún profesor que abusaba de alumnos y me dijeron que sabían de quién le estábamos hablando. ‘Usted habla de Rónald, porque él hace eso’, me dijeron con voz entrecortada”, recordó.
Arresto fue una bomba
La detención de Masís se conoció con prontitud en el pequeño poblado de Santa María, donde no se habló de otro tema por días.
“Cuando cayó, fue como una bomba. Hubo muchas personas que estuvieron en mi contra. Al inicio muchos no me hablaban. Decían que todo era un montaje. Hasta tuve que sacar a una de mis hijas de la escuela”, rememoró sentada en el sillón de su casa.
Fue enfática en señalar que Masís fue el encargado, por varios años, de formar a los monaguillos de la iglesia de Capellades de Alvarado, en Cartago.
“Dejó su huella en Santa María. Hay mamás que me dicen que por dicha estaba detrás de ellos para cuidarlos. El día del juicio le dije que se equivocó”.
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