Editorial

Redacción
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A juzgar por los primeros recuentos de la Cruz Roja, el saldo de víctimas, muertas o heridas, producto de emergencias durante los días santos se mantuvo y hasta aumentó en comparación con el mismo periodo del año anterior. Según esas primeras cifras, 29 personas (seis más que el año anterior) murieron en estos días, 11 de ellas por accidentes de tránsito.

Las agresiones por armas de fuego pasaron de 4 a 7, las emergencias acuáticas de 8 a 9, los atropellos de 1 a 3, las colisiones de 4 a 5, los traslados de pacientes en condiciones delicadas a los centros de salud se incrementaron de 40 a 47, las muertes en promedio pasaron de 3,24 a 4,14.

Aunque no parecieran cifras desproporcionadas, sí reflejan un aumento cuando la meta de todas las instituciones de socorro era lograr minimizar los efectos de emergencias en estas fechas.

Quedamos debiendo, por supuesto, como sociedad en prevención y responsabilidad.

El licor y las drogas se convierten en dos de los enemigos letales de nuestra sociedad; influyen en infinidad de incidentes, emergencias y engrosan las listas negras de la demanda de servicios de urgencia en los centros de salud.

La flojera de nuestros legisladores, en especial de la nueva normativa de Tránsito, que tiende a ser convertida en un combo de sanciones “light” para que los infractores se sientan a sus anchas; y la inminente apertura de la revisión técnica de vehículos “a la tica” nos plantean un entorno preocupante y desafiante.

¿Cuántas familias culminan estos días santos con dolor en sus corazones, en sus hogares producto de esta saga de violencia?

¿De qué necesita nuestra sociedad impregnarse para dejar de compararnos con las cifras más alarmantes que, en materia de violencia, agobian a naciones hermanas?

Digno de tomar en cuenta, el rigor que países como España aplica a los infractores viales, a aquellos conductores temerarios con sus vidas, con las de los suyos y con las de los demás ciudadanos. Es un ejemplo por seguir.

La carta de pérdida de puntos en la licencia de conducir que se agrava, conforme sea la infracción perpetrada, debería ser un modelo a valorar, a no descartar del todo de nuestra legislación a pesar de las presiones e intereses que han influido para tenerlo desecharlo de las nuevas normativas.

Quizás entonces con más estricta legislación y con mayor conciencia de todos, como sociedad, dejaremos de lamentarnos de los efectos que periodos como los de días santos nos dejan en violencia, en contraste con los miles de familias que aprovechan la época para fortalecer lazos.