Asesinos en las carreteras. No hay otro sinónimo con el cual nombrar a los choferes temerarios que arriesgan sus vidas y las nuestras en las calles por conducir borrachos.
No hay temor a las leyes. Esa es sin duda la razón por la cual se van a un bar y luego, como si nada, se sientan frente al volante.
Muy diferente sería si vivieran en países como Estados Unidos, en donde su legislación le permite disponer de un sin fin de medidas contra el infractor.
En el estado de California, un juez puede pedir la imposición de un dispositivo de bloqueo del encendido en el vehículo del conductor. Esta clase de artefacto requiere que el chofer haga una prueba de aliento para medir el contenido de alcohol en la sangre antes de en marcha el carro.
Es mucho lo que se habla sobre el tema, pero no sucede nada.
Por ejemplo, hoy domingo, día de jornada de fútbol, haga la prueba. Salga de su casa, ubique los bares cercanos y fíjese cuántos automóviles hay estacionados afuera. No menos de dos seguramente. Una vez que termine el partido, ¿cree usted que el chofer se va a quedar a dormir en el sitio? Pues no, debe enrumbarse hacia algún lado y probablemente, lo haga sin chofer designado.
O solo realice una suma, ¿cuántas personas en el supermercado salen bien cargaditas de licor para cubrir la cuota de invitados a la casa, donde seguramente algunos llegarán manejando. Sin duda, volverán a su destino alcoholizados.
El problema no es que tomen alcohol, el problema es que sean tan inconscientes de manejar ebrios. Tanto es así que en lo que va del año se han registrado 196 accidentes de tránsito en los que medió el licor. De ellos, 21 personas acabaron en el cementerio.
Marcelo Morera, director a.i. de Tránsito, impulsa la tesis de que debería existir una política de cero tolerancia al licor.
Quizás, si la Asamblea Legislativa diera más atención a proyectos realmente clave como este, en vez de dedicársela a otros menos productivos, resolverían la necesidad y la urgencia de los ciudadanos con una ley que nos proteja contra los choferes ebrios en las calles.
Si no lo creen necesario, que solo se entrevisten con Róger Meléndez y Karol Ramírez, quienes fueron arrollados junto con sus tres hijitas en Sarapiquí por un sujeto cuya prueba de alcoholemia registró 2,7 gramos de alcohol por cada litro de sangre, cuando el límite es de 0,75. El impacto dejó como saldo dos pequeñitas muertas.
Estimado lector, pudo ser usted el protagonista de esta tragedia. ¿No se le escalofría el cuerpo de pensarlo?
Si hoy usted o alguien cercano, pretende ingerir alcohol, considere lo dicho antes. Porque nadie está exento a una trágico accidente en un país donde todavía somos tan benevolentes que hasta permitir un mínimo de alcohol en la sangre a los conductores al volante.
¡Cuántas lágrimas y sábanas blancas más harán falta para que esta categoría de homicidas en potencia comprendan que tenemos derecho a disfrutar la vida y ellos nos lo roban por su imprudencia, estupidez y negligencia.
Cáncer calló rugidos de ‘Kariba’
Mario Echandi, verbo de hierro y guante de seda
Jóvenes pensaron que era una broma
Auto mata a mecánico y chofer se da a la fuga
Radiólogo muere al chocar moto
Refuerzan vigilancia con cámaras
Barco hospital disminuye dolor en porteños